Glosario de la Memoria

Ley Marcial

SOCIEDAD
14 de mayo de 2025

Camino a la conmemoración del 50 aniversario del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, en La Canción del País inauguramos una serie de notas denominada Glosario de la Memoria: un catálogo de palabras claves como vía de acceso a la historia política, social y cultural de Argentina. En esta segunda entrega, la periodista y docente Candela Ramírez; a cargo de la sección, escribe sobre la Ley Marcial

 

Por Candela Ramírez

 

 

En Operación Masacre son las 21.30 de un sábado de junio de 1956. El suspenso marca el ritmo del relato, todo está por pasar. En su libro de investigación periodística, Rodolfo Walsh ya presentó a tres hombres: Carranza, Garibotti y Don Horacio. Quiénes son, dónde viven, cómo se ven, dónde van: el texto inicia con un travelling, la palabra de Walsh como una cámara documental que recorre aquellas casas de Florida, en el partido Vicente López, del gran Buenos Aires. A unos diez kilómetros de José León Suárez.

Por tercera vez en su historia, Argentina está bajo el control de las Fuerzas Armadas. El último golpe militar fue en septiembre de 1955, nueve meses antes. Los tenientes autoproclamaron una “Revolución Libertadora”. La memoria colectiva no tardará en renombrarla como la Fusiladora y así se la recuerda.

En el país la "ley marcial" fue aplicada en distintos momentos históricos (1930, 1943, 1955 y 1976), también hay registros de mediados del siglo XIX. Son las dictaduras las que siempre utilizaron esta formar de aplicar la pena de muerte de hecho.

La narración de Walsh tiene como centro develar en qué momento fue anunciada. Radio del Estado, la voz oficial de la Nación, transmite música de Haydn: es la primera vez en 22 páginas que Walsh nombra a esta radio, “voz oficial de la Nación”. Será el ordenador clave para su revelación. Por entonces casi el setenta por ciento de la programación consiste en programas musicales, se transmiten conciertos de música clásica como de música popular y tradicional de Argentina y Latinoamérica. Cuenta con dos boletines informativos diarios y, tal como explicita Walsh, es una de las fuentes fundamentales para conocer las directivas del Estado y las noticias de los actos de gobierno, aún cuando fueran de facto.

El recurso narrativo hora-fuente es la forma que encuentra Walsh para develar la ilegalidad del acto. Entonces, los argentinos ya conocían la expresión "ley marcial" más allá de su carácter legal o ilegal. Las dictaduras hablan de “ley” aunque todos sus "actos de gobierno" son impuestos por la fuerza.

En el relato de Walsh ya son las 22.59 y en Radio del Estado ya terminó de sonar Bach, recién inicia el concierto de Ravel. Lo dice como quien deja caer pistas que todavía no puede explicar. Los personajes presentados se dirigen a una casa, hay una pelea de boxeo esa noche y se juntan a escucharla por radio.

Desde el primer golpe de Estado en Argentina, el 6 de septiembre de 1930 contra Hipólito Yrigoyen en manos de José Félix Uriburu, la expresión "ley marcial" apareció en la escena pública. Ese golpe, sobre todo, daría por inaugurada la llamada década infame pero también un ciclo político de medio siglo donde los militares asaltarían de forma constante el poder. Y, cada vez, con mayor ferocidad.

Más adelante, durante el golpe de 1943 encabezado por Arturo Rawson, Pedro Ramírez y Edelmiro J. Farrell, la "ley marcial" se dictaminó por cuatro días. Este estado de excepción impuesto por los militares suspende los derechos civiles elementales y la ciudadanía queda bajo las leyes y sanciones de las Fuerzas Armadas.

En Operación Masacre “a las 23.56 Radio del Estado, la voz oficial de la Nación, deja de ofrecer música de Stravinsky y pone en el aire la mar¬cha con que cierra habitualmente sus programas. La voz del ‘speaker’ se despide hasta el día siguiente a la hora de cos¬tumbre”. A las doce de la noche se interrumpe la transmisión, según cita textual de la página 51 del Libro de Locutores de Radio del Estado. Hora-fuente como método de escritura e investigación.

Para entonces, la cámara-Walsh ya fue del detalle –la reunión de Carranza, Garibotti, Don Horacio y los demás- al contexto nacional: en el país hay un intento de sublevación militar y civil contra la dictadura, liderado por Juan José Valle y Raúl Tanco. Son unos pocos y se declaran leales al general Juan Domingo Perón, derrocado en septiembre del 55. En la Argentina de entonces no sólo hay un gobierno de facto, sino que la proscripción rige la vida pública. Está prohibido pronunciar públicamente la palabra Perón, destituido tres meses después de sufrir un bombardeo en la Plaza de Mayo frente a la casa de gobierno que dejó un saldo de más de 300 civiles muertos y que ahora vive un exilio que se extenderá por dieciocho años. No se puede cantar la marchita, no hay elecciones libres, la actividad política y sindical está prohibida. El levantamiento encabezado por Valle será rápidamente sofocado. Él, fusilado.

Sigue la narración de Walsh, quien subraya: “No se ha pronunciado una sola palabra sobre los aconte¬cimientos subversivos. No se ha hecho la más remota alusión a la ley marcial, que como toda ley debe ser promulgada, anunciada públicamente antes de entrar en vigencia”. Y remata: “A las 24 horas del 9 de junio de 1956, pues, no rige la ley marcial en ningún punto del territorio de la Nación. Pero ya ha sido aplicada”. Dice que ya fue aplicada porque, para entonces, el periodista rionegrino ya narró la violenta entradera de policías en una casa particular, cómo apuntaron y amenazaron a los hombres reunidos que escuchaban la pelea de boxeo, que los policías dieron vuelta toda la casa y los subieron a un colectivo de línea interceptado. A las 24 horas esta docena de hombres son prisioneros sin que haya sido anunciada en Argentina una "ley" que dé semejante permiso a esos actos.

La "ley marcial" sería anunciada por Radio del Estado —la que desde 1957 se llamará Radio Nacional, el nombre que tiene en la actualidad— a las 00.32 cuando se interrumpe la música de cámara y se lee un comunicado de la Secretaría de Prensa de la Presidencia de la Nación. Por cadena nacional se escuchan tres artículos cuya firma encabeza el general Pedro Eugenio Aramburu. Así se declara la entrada en vigencia de la "ley marcial".

Operación Masacre se convierte en un texto denuncia. Walsh utiliza palabras impensadas para la época: compara los fusilamientos con las cámaras de gas del nazismo, apenas diez años después del holocausto. Establece, sin saberlo aún, un diálogo íntimo con el último texto que publicará veinte años después (Carta abierta a la Junta Militar): escribe clandestinidad, escribe secuestros, mucho antes de que los argentinos incluyeran, irremediablemente, estas palabras en su habla cotidiana.

La noche del 9 de junio de 1956, una docena de hombres, aquellos nombrados al inicio de este texto, son víctimas de una detención ilegal. Son fusilados en un descampado de José León Suárez, pero siete de ellos sobreviven. La causa queda archivada, recién en 2023 sus hijos pedirán públicamente que se haga un juicio por la verdad, que esos crímenes sean también considerados de lesa humanidad: es decir, que no prescriban.

Operación Masacre es, además, un texto fundacional de la literatura argentina porque inaugura un nuevo modo de contar: el género no ficción (non-fiction, periodismo narrativo, periodismo literario), cuando los recursos de la literatura se ponen al servicio de una historia real. La única diferencia con la literatura de ficción radica en el contrato de lectura, los autores prometen a sus lectores que la historia narrada es real y está chequeada.  Walsh dominaba magistralmente estos recursos, para entonces ya era conocido por sus cuentos policiales. También era traductor.

La historia de los fusilamientos en José León Suárez marcó a fuego su vida: su identidad política daría un vuelco, ya no sería un férreo opositor al peronismo, -iba a terminar en sus filas-; y sería el inicio de su consagración como autor, por su enorme aporte a la literatura del país. Treinta años después, en el seminario dictado en la Universidad de Buenos Aires en 1990, el escritor y crítico Ricardo Piglia mencionaría a Rodolfo Walsh como una de las tres vanguardias de la literatura argentina, junto a Manuel Puig y Jorge Luis Borges.

Cuando en marzo de 1977 Walsh reparte su Carta abierta, nuevamente; un texto denuncia, es desaparecido por una patota. El autor y –en ese entonces ya militante montonero– enumera y evidencia en su último texto los crímenes que comete la dictadura de Videla en su primer aniversario desde el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976: “La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años”. Rodolfo Walsh es uno de los 30.000 desaparecidos de Argentina. 

Su investigación sobre los fusilamientos de José León Suárez emerge como evidencia de que aquello fue una prueba de ensayo de lo que empezaría a sistematizarse y organizarse para resultar en el genocidio cometido en el país entre 1975 y 1983.

En Argentina la "ley marcial" no existe. Por los pactos internacionales a los que suscribe el país, no está permitida la pena de muerte en ninguna circunstancia. La historia demuestra que los usurpadores del poder o déspotas han sabido encontrar los términos engañosos y los pliegues en las leyes para aplicar distintas formas de represión.

 

 

+ Glosario de la Memoria - Primera entrega - La Ronda

 

 

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