Imágenes para la construcción

Bleus: “Lo más libre que se pueda”

ARTE
7 de diciembre de 2019

Por Julia Enriquez

Alguna vez en una entrevista a un poeta argentino, leí una metáfora que me quedó prendida. Creo que él se refería a la literatura en particular pero quizás la metáfora pueda aplicarse al arte en general. Hay producciones y expresiones artísticas que surgen como esos yuyos o matas de pasto en las grietas de las paredes, abriéndose camino en el ecosistema más adverso. Se trata de un arte que no está dirigido a nadie en especial (no está pensando en contentar ni provocar a un público en particular) y por eso mismo puede llegar a todxs. La imagen de una planta insurrecta desplegándose poco a poco en medio de la aridez de un muro vuelve a mi mente cuando pienso en el multiformato trabajo de Rocío Tenaglia, también conocide como Bleus, dibujante e ilustradore freelancer, fotógrafe y poeta, no binarie.

¿Cuál es la aridez que enfrentan les jóvenes freelancers que, además de sobrevivir, quieren hacer arte? Primero, vale recordar que “freelancer” se puede traducir como “caída libre”, alguien que está en caída libre, imagen que explica bastante esa dinámica laboral. Y segundo, les jóvenes (para precisar un poco más, les hoy veinteañeres) recibieron un mundo roto. Después de los 2000, los relatos y valores tradicionales que habían comandado Occidente durante siglos ya se habían venido definitivamente abajo, pero “lo nuevo” aún no había advenido, o mejor dicho, aún no había sido construido, así que hubo que abrirse paso entre las ruinas.

Bleus es consciente de que poder tener una personalidad artística, una persona artística, aquel espacio mental, simbólico y concreto otorgado al arte en la vida, es un privilegio. Primer paso con respecto a los privilegios: reconocerlos. Entre infinitas cuestiones, el feminismo nos ha enseñado eso. Desde ahí, desde la conciencia del privilegio, no es que se esté a salvo de la hostilidad. Bleus es consciente de los privilegios que carga pero también de las presiones y opresiones, de los distintos avatares que adopta la violencia, la sensación de que el aniquilamiento puede llegar de un momento a otro, solo basta con que los malos aprieten un botón. Hacer arte es un privilegio, pero no un privilegio que puede dejarte tranquilx con tenerlo. Resulta urgente actuar. Bleus sabe qué herramientas tiene a su alcance y no desperdicia un segundo en cultivarlas.

Bleus nació en Rosario en 1996. Se graduó en la Tecnicatura en Artes Visuales de la Escuela Provincial en Alem y Gaboto, parte de ese afable polo cultural sur que también componen la Vigil y la Musto. Esa formación le permitió probar muchos métodos y disciplinas, trabajar con materiales y técnicas disímiles, hasta depurar sus preferencias y encaminarlas en su propia búsqueda. En algún momento también cursó Comunicación Social, pero cierto tinte mediaticista de la carrera le desencantó. Cuando en el primer día de clases, les preguntaron a les ingresantes el clásico interrogante “¿por qué decidieron estudiar esto?”, la respuesta común fue un interés por trabajar en los medios y en periodismo. Sin embargo, Bleus respondió algo así como “yo creo que me equivoqué de carrera porque me parece que los medios son lo más hipócrita que hay”. No se halló en esa casa de estudios en ese momento, pero lo cierto es que de alguna manera Bleus hizo de sus producciones y webs una comunicación social en sí misma, un pequeño medio alternativo, una micro-difusora transfeminista.

Elle sabe que el privilegio del arte es en realidad una pesada responsabilidad, tan pesada como unx quiera cargársela a los hombros. Podés considerar que tus seguidores en Instagram son un algoritmo más, o podés considerarles como subjetividades (con suerte críticas) que potencialmente te escuchan, te ven, hacen eco, replican, retrucan. Al respecto, Bleus comenta: “Es un peso que me adjudiqué por decir: yo tengo seguidores, yo tengo ‘este poder’, la gente me escucha, entonces tengo que hacerme cargo de esto. No puedo tampoco andar haciendo arte lindo y feminismo rosa, porque divino el color de rosa y divino poder ser feliz en la vida, pero me parece que primero hay cosas más estructurales que resolver”. Esta conciencia de responsabilidad comunicacional (sumada a la conciencia previa de la violencia y el desencanto en el mundo) quizás podría confundirse con arrogancia o descaro bajo la mirada de alguien necio, pero no es más que echar luz sobre una dimensión inalienable de la obra de arte. Paradójicamente, el arte (¿cuándo no paradójicamente?) se hace menos arrogante en tanto se hace más consciente de sí mismo, es decir, en tanto se hace consciente de lo que le es más propio: la potencia transformadora del discurso.

Bleus lleva adelante múltiples manifestaciones de esa potencia transformadora del discurso. Sería un tanto artificial intentar clasificarlas. El pegamento irreductible de la existencia va adhiriendo capa tras capa: Bleus sacando fotos en recitales under o registrando marchas feministas, Bleus dibujando en su escritorio o en la mesa de un bar junto a amigues, Bleus redactando una nota o componiendo una ilustración para la Revista Camalote de la que es miembre fundacional, Bleus escribiendo poesía intempestiva a la madrugada o armando un fanzine, Bleus retratando con su cámara analógica a una amiga, ya sea porque “voy a llevar la cámara y voy a ver qué pasa” o bajo alguna tierna consigna como “traete tu conjuntito crema para que te saque unas fotos hoy”.

Quedan aún más capas existenciales por mencionar. Acaso para seguir multiplicando sus apuestas discursivas, Bleus actualmente asiste a la Escuela para Animadores. Hace poco realizó el video animado para una canción de la banda local Barfeye. Para el 2020 tiene pensado terminar de cursar Animación, quizás ir dándole más forma a una novela gráfica en su cabeza, sin dudas seguir moviéndose por la ciudad y por los lenguajes. En el saludable ejercicio de preguntarse por qué hacemos lo que hacemos, Bleus regala sentencias al paso: “Lo más libre que se pueda. Tiene que ver más con eso que con ponerte una etiqueta de ‘quiero ser lo más rebelde’. Realmente quiero que me pesen las menos cosas que me puedan pesar y hacer con la libertad que incluye la deconstrucción, porque no es una libertad que decís ‘bueno, quiero hacer cosas’. Es realmente: ¿Qué deseás? ¿Vos sos consciente de qué deseás? ¿O deseás lo que te dijeron que tenías que desear?”.

Entre tanta plasticidad de abordajes y técnicas, ¿cuál será la fibra común en todo lo que Bleus hace? Al responder, elle no disocia la búsqueda introspectiva de su mente inquieta de aquella lucha colectiva contra la opresión. Al contrario: entre esas luchas, interna y externa, elle percibe más bien un continuo. Hace referencia a la muerte del ego como un horizonte que reafirma constantemente. Como elle manifestó: libertad, pero una libertad que incluya la deconstrucción. No la tiranía de las ganas individuales, sino el concierto de los deseos libres.

Bleus reconoce que debajo de cada gesto u obra, subyace una misma incógnita: “cómo me entiendo y me sano a mí misme”. Si comprendemos que la libertad nunca puede ser un acto individual, sino que siempre es un acto colectivo, esa pregunta “cómo me entiendo y me sano a mí misme” es equivalente a la pregunta “cómo podemos ser cada vez más libres”. Autodescubrimiento, libertad, sanación y construcción colectiva, todo en una misma idea. ¿Será este el nuevo mundo que nos prometían? Más bien, el nuevo mundo que estamos determinades a construirnos, sincera revolución de la que Bleus es fiel defensore, revolución que como elle bien sabe, se hace paso a paso, frase a frase, trazo a trazo.
 

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