Convocatoria hasta el 7 de abril

El Premio Medifé Filba otorgará cinco millones de pesos a la novela ganadora

SOCIEDAD
25 de febrero de 2025

 

El Premio Fundación Medifé Filba ya recibe postulaciones de libros argentinos publicados en 2024 y en esta edición otorgará cinco millones de pesos ($5.000.000) al título ganador. La convocatoria a la sexta edición del premio al género Novela se encuentra abierta hasta el 7 de abril.

Los organizadores -Fundación Medifé y Fundación Filba- anunciaron que la misión del premio es dar visibilidad a las mejores obras de escritoras y escritores locales, colaborar con su circulación y respaldar no solo a las novelas elegidas, sino también a las editoriales que apostaron por ellas. Además remarcaron la importancia de la literatura contemporánea argentina en la conformación de una comunidad y como parte central de la construcción de la identidad nacional.

El jurado de la edición estará compuesto por las escritoras María Moreno y Alejandra Kamiya y el escritor Alan Pauls. En el mes de julio se conocerá la lista larga de diez títulos semifinalistas, luego el trio de jurados elegirá las cinco obras de la “lista corta” en octubre y, finalmente, se premiará la novela ganadora en noviembre.

Este año se entregarán cinco millones de pesos (unos 4700 dólares), mientras que el año anterior habían sido tres millones y medio. En 2024 participaron más de doscientos títulos y el jurado compuesto por María Moreno, María Sonia Cristoff y Juan Mattio eligió como ganadora a la novela Las niñas del naranjel de Gabriela Cabezón Cámara, publicada por Penguin Random House. En ediciones anteriores obtuvieron el premio Juan Ignacio Pisano, Federico Falco, Juan Mattio y Diego Muzzio.

Pueden postularse al Premio Fundación Medifé Filba, las primeras ediciones de novelas escritas originalmente en castellano de autores/as vivos/as argentinos/as publicadas por editoriales de cualquier lugar del mundo.

Según las bases del concurso se deberá completar un formulario y entregar tres (3) ejemplares de cada novela salida entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2024. La dirección de entrega física o por correo certificado es: Fundación Medifé - Ayacucho 1945 (Código Postal 1112), Ciudad de Buenos Aires, de lunes a viernes (excepto feriados) entre las 9 a 18 horas.

En tanto la dirección de entrega de e-books o PDF es: premio@filba.org.ar

Al recibir su premio en 2024, Gabriela Cabezón Cámara agradeció de esta manera:

Gracias. Lo que tengo para decir es gracias. Lo anduve diciendo bastante estos días, gracias. A mi mamá y mi papá que se dieron cuenta de que me gustaba leer y compraron —pese a su escaso presupuesto— mis primeros libros. Eran de esos de, creo, editorial Sigmar tipo Aladino y la lámpara maravillosa. Tenían tapas duras y dibujos de colores. A quien sea que haya dirigido la colección Robin Hood, gracias. A mi abuela Catalina que de algún modo logró hacerse con unos treinta o cuarenta de esos libritos, que me contaba historias, quisiera saber más de su abuelo indio, ¿cómo se llamaba, abuela, tu abuelo?, que me pedía que robara masitas y se las llevara a su dormitorio y yo lo hacía encantada aunque después siempre me descubrían y se armaba porque la abuela no podía comer dulces y porque me quedaban los bolsillos llenos de crema y dulce de leche y migas. Gracias, abuela. A los vecinos que me regalaban libros porque vieron que, eso, leer, era lo que más me gustaba hacer. Eran medio cualquiera los libros: Harold Robbins, Sidney Sheldon, Corín Tellado, por ejemplo. También me cayó alguno de Silvina Bullrich. Gracias, vecinos. A la señora que me tiró de la colita, yo tenía trece y todavía no elegía mis cortes de pelo, cuando me quedé paralizada en el medio de las vías y se me venía la locomotora encima. Gracias, señora.

Caminaba leyendo, práctica que se me reveló, ese día, poco conveniente. Pero igual lo seguí haciendo: el deseo, cuando arde, es así, imprudente. A todos los profesores de literatura que tuve, gracias. Si hubiera sido por ellos, nunca me hubieran echado de ningún colegio. A las librerías de usado, gracias: confieso que les birlé algunos fondos a mis padres para gastarlos en sus anaqueles. También les robé algunos libros, usados y nuevos. Perdón, era una niña, no sabía lo que hacía, y gracias.

A Puán, porque si no nunca hubiera leído las cosas locas que terminé leyendo: gracias, educación pública argentina, te debemos la mayor parte de lo mejor de la literatura argentina. Y de la Argentina a secas. A todos los amigos hermosos que aparecieron por el fuego de andar leyendo y escribiendo, todos los que quieren hablar de eso. De lo que están leyendo. De lo que están escribiendo

Pero sobre todo de lo que estamos leyendo. A las, los y les lectores, gracias: un libro es un bichito en estado latente e inacabado que sólo cobra vida, y sentido, en la lectura. Gracias, lectores. Y las amigas santas que leen las distintas versiones de lo que sea que esté intentando. A los editores, a mis editoras, gracias. A mis colegas, que son la gente con la que más conversé en la vida. Converso ahora. Y conversé siempre, con cada uno, incluso con los que llevan siglos muertos. Conversé con ellos cuando leía caminando por la calle y por las vías. Antes de dormir. Bajo las mantas, con linterna, cuando ya era hora de estar durmiendo. Cuando debería haber estado haciendo cualquier otra cosa. Trabajar, por ejemplo, trabajé siempre con un libro escondido y leyendo cada vez que podía —no me voy a disculpar por eso, vaya a cuenta de la plusvalía—. Cuando el mundo era horrible y parecía que iba a ser horrible para siempre. Cuando es glorioso. Al sol, en la playa, por ejemplo. En la isla, en el bote meciéndose entre los juncos.

Gracias al mundo, los mundos, que se nos abren cuando leemos y escribimos. La literatura es el reino de la libertad, que tiene algo de individual y mucho de colectivo. Es ahí en la escritura —que siempre es una lectura— donde el imaginario colectivo se sirve de una autora, de un autor, de une autore para cristalizar algunas de las formas que está alucinando para sí misma la humanidad. Pueden ser un buen o un mal trip, pero siempre se escapan de lo que se nos impone como única realidad posible. Esta práctica, la de las artes, tal vez sea el resto que nos queda, a los que fuimos formados por la cultura tanática de Occidente, de la forma de soñar de los pueblos originarios: ese espacio-tiempo en el que el soñador puede ser otro, incluso no humano o más que humano, comunicarse con los ancestros, con los otros seres de la Tierra y concebir lo antes inconcebible. Concebir, por ejemplo, imágenes que sean semilla de otros futuros posibles para la vida de la Tierra, es decir para nosotros, la humanidad, también. Otras imágenes para el 99%, para los que no estamos incluidos en la “humanidad” que, por ejemplo, va a “salvar” Elon Musk colonizando Marte. Concebir lo inconcebible, crear mundos-otros, torsionar la lengua, revolcarnos en su música, en su semiosis infinita. Salir del universo, la sinécdoque es la figura retórica favorita del amo, para ir a lo pluriverso. Así que, gracias, trip de leer y escribir.

 

 

 

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