Camino a la conmemoración del 50 aniversario del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, en La Canción del País presentamos una serie de notas denominada Glosario de la Memoria: un catálogo de palabras claves como vía de acceso a la historia política, social y cultural de Argentina. En esta quinta entrega, la periodista y docente Candela Ramírez; a cargo de la sección, escribe sobre el índice de abuelidad, la fórmula estadística que establece la probabilidad de parentesco entre abuelos y nietos.
Por Candela Ramírez
A Mary-Claire King le interesaban las matemáticas y estadísticas. Se graduó con honores en estas materias en la Universidad de California, en Berkeley. Fue el profesor y biólogo evolutivo Allan Wilson quien le insistió para que hiciera un curso en genética para su doctorado. Nacida en 1946, en Chicago, Estados Unidos, King le hizo caso. Años más tarde, a partir de una investigación comprobaron que chimpancés y humanos comparten el 99 por ciento de sus genes. Fue el primero de muchos hitos en la carrera de King.
A principios de los setenta, vivió un tiempo en Chile pero tuvo que escapar cuando fue el golpe militar contra Salvador Allende. Estaba familiarizada con la realidad latinoamericana de esa década signada por dictaduras. Por eso cuando el genetista argentino y exiliado del país desde 1975, Víctor Penchaszadeh, la contactó en 1982 -después de una reunión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Washington- entendió enseguida la magnitud de la tarea propuesta.
Por entonces un grupo de mujeres argentinas había formado un desprendimiento de un grupo mayor: primero, Madres; después, Abuelas. De esas rondas de los jueves en la Plaza de Mayo exigiendo el paradero y la aparición con vida de sus hijas e hijos secuestrados por el Estado, ya en octubre de 1977, unas diez se apartaron de la ronda y se dijeron ¿alguien más busca a su nieto? Quizás otra dijo mi hija estaba embarazada y otra respondió la mía también, o mi nuera estaba embarazada y otra dijo la mía también. El primer nombre con el que se presentaron fue Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, pero pronto adoptaron el que les dio la prensa internacional: Abuelas de Plaza de Mayo.
Aquellas mujeres, las primeras veces, se escondían cerca de escuelas o jardines de infantes. Esperaban reconocer algún rostro en el horario de salida. También visitaron las maternidades de los hospitales y hogares de huérfanos, revisaron registros de adopción. De forma muy artesanal establecieron puntos en el mapa de Buenos Aires y muy pronto del resto de Argentina: ESMA, Campo de Mayo, el Pozo de Banfield, La Perla, la Comisaría 5ta de La Plata. Les llamaron maternidades clandestinas. Hicieron cuentas: cerca de 500 casos de bebés, niñas y niños apropiados entre 1975 y 1983.
Una de ellas, sin sospechar el impacto que iba a tener su inquietud, se formuló una pregunta científica: ¿se puede probar el parentesco con la sangre de una abuela? Fue por una nota que leyó en un diario sobre un padre que no reconocía a su hijo, aunque ya existía un test para probar la paternidad. Aquella pregunta sin respuesta fue la que Víctor Penchaszadeh le llevó a Mary-Claire King.
—Me preguntaron si se podía extender el testeo de paternidad a los abuelos en el caso de que los padres no estuvieran y me pareció un problema perfectamente razonable desde el punto de vista teórico. El desafío fue ponerlo en práctica. Yo tenía formación en matemática y estadística, usé matemática bayesiana, que es la misma que se aplica en el test de paternidad.
Apenas le llevó unas semanas. Fue su segundo hito, quizás uno de los más importantes del mundo en la difícil relación entre derechos humanos y ciencia. En un siglo de la genética puesta al servicio, por ejemplo, de ideas supremacistas, King dio su puntazo con el índice de abuelidad. Es la fórmula estadística que establece la probabilidad de parentesco entre abuelos y nietos, a partir del análisis del perfil genético. Garantiza un 99,99 por ciento de eficacia. El test analiza marcadores genéticos como el ADN mitocondrial, heredado por vía materna, y el cromosoma Y, que se transmite de padre a hijo.
Empezaron los viajes de King a Buenos Aires. Los estudios de genética empezaron a aplicarse también a los restos encontrados en fosas comunes o cementerios como NN, a la par del incipiente nacimiento del Equipo Argentino de Antropología Forense. Entonces, algunos desaparecidos aparecieron: fueron reconocidos y enterrados como se debe. En 1987, Argentina creó el primer Banco Nacional de Datos Genéticos del mundo. Una de las mayores dificultades para encontrar a esos bebés robados fue que no siempre estaba disponible la muestra de esa abuela o abuelo.
Entonces, la ciencia: con los años mejoraron las técnicas y se ampliaron los marcadores genéticos, se pudo comprobar parentesco entre partes de un árbol genealógico familiar desintegrado. La última gran noticia se dio en 2023, cuando el Banco pasó de trabajar entre 24 y 33 marcadores genéticos para dar con coincidencias familiares a entre 600 y 800 mil marcadores. Eso quiere decir que con la muestra de sangre de una hermana o un tío se puede llegar a una restitución de identidad. El perfil genético de cada familiar en un árbol diezmado se vuelve ahora muy poderoso. Desde la creación del Banco ya hubo al menos 15 mil consultas.
Cuando aplicaron por primera vez el índice, en una entrevista King recordó que las Abuelas “ya lo habían organizado”: “Sin habernos conocido, estábamos pensando exactamente del mismo modo”. Destacó la metodología del organismo que lejos de la ciencia acercó y complementó dos mundos:
—El entrenamiento científico es muy útil para propósitos específicos, como plantear un problema técnico. Pero para la organización y para plantearse las preguntas de forma apropiada, lo que se necesita son personas con los pies en la tierra, que pensaban acerca de eso, a las que les importaba. Y enseguida me di cuenta de que las Abuelas conducían este proyecto y trabajé para ellas. Por supuesto, ellas me confiaban la parte técnica.
Además de cambiar la ciencia, las Abuelas de Plaza de Mayo dedicaron su trabajo desde hace casi cincuenta años a actualizar las campañas de búsqueda y comunicación. Vieron de cerca cómo iba cambiando su público porque los nietos que buscaban crecían. Pero desde el arranque supieron que, así como ellas los buscaban en escuelas, en juzgados, en hogares, en todas partes, algún día iban a ser ellas y ellos los que llegaran a sus oficinas.
Muchas veces fueron postuladas para el Premio Nobel de la Paz pero todavía no lo ganaron. La presidenta actual de Abuelas, Estela de Carlotto dijo en una entrevista: para nosotras el Nobel es encontrar un nieto.