LA AGENDA POLÍTICA DEL AÑO PAR

POLÍTICA
6 de marzo de 2018

Por Juan Pablo Hudson

La relación entre el gobierno y el sindicalismo

Se terminó la sociedad “anónima” entre el moyanismo y el macrismo. Ambos sectores parafrasean a Cristina, vieja rival, ahora herbíbora: “van por todo”. ¿La ruptura puede significar una nueva coalición sindical combativa con las dos CTA y la Corriente Federal liderada por Palazzo, el jefe de los poderosos bancarios? ¿O se trata de una conflictiva transición hacia una nueva paz entre camioneros y los cambiemitas? ¿Serán los CEOs quienes le ganen esa batalla contra Hugo que no pudo ganar ni la alianza en el 2001 ni Cristina Fernández después de la muerte de Néstor Kirchner?

La cláusula gatillo es la principal metáfora de la política-económica actual: un maquillaje formal, retórico, para apaciguar el descontento de los trabajadores frente a la progresiva pérdida de poder adquisitivo en las paritarias en un contexto inflacionario que sólo estaría bajando en la febril imaginación del oficialismo. Salvo los bancarios, este año supimos que lo que se presentó en 2017 como cláusula gatillo era solamente un inciso que abría la remota posibilidad de inaugurar una mesa de discusión en caso de que la inflación superara lo acordado en paritarias.

No hace falta decir cuál fue la reacción de los sindicatos cuando el INDEC confirmó que la inflación llegó al 24,8%: silencio de radio. La cláusula gatillo es la imagen perfecta del conformismo en el mundo laboral, es decir, el intento desesperado de los trabajadores por no perder frente al gigante invertebrado: la inflación. De ganar ya ni se habla. El macrismo se juega buena parte de su proyecto político en la baja anual del costo laboral y eso implica una constante redistribución del ingreso desde abajo para arriba.

La ocupación de las calles y el paro de las mujeres

La colectiva Ni una Menos y el movimiento feminista en general imponen a base de lucha y comunicación un viraje estratégico: de la asfixiante contabilización de muertes y la denuncia permanente de feminicidios a plantear la relación entre economía y género. No olvidan los asesinatos sino que complejizan e discurso denunciando que las mujeres son unos de los sectores más subalternos en el mercado laboral-económico. El paro tiene como efecto discutir el corazón de las políticas macristas aunque no tenga una capacidad real de concretarse más allá de gremios docentes y ciertas oficinas públicas.

La creciente potencia del movimiento feminista también ingresa en un período delicado en la medida en que el macrismo incorpora con astucia cierta agenda y reivindicaciones de las mujeres en lucha (aborto, desigualdad laboral, violencia). Se abre un enorme desafío para los movimientos de mujeres. ¿Cómo ser oportunistas y aprovechar cierta apertura gubernamental? ¿Y cómo no hacer el juego a las bombas de humo retóricas que desvían la atención de la economía? ¿Cómo se evita la traducción de sus combativas reivindicaciones en una fláccida y marketinera retórica oficial?

Los conflictos entre el gobierno y los movimientos sociales

Al igual que con el moyanismo, el gobierno responde con furia los cambios de posición de los grandes movimientos sociales como CTEP, Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa. Mientras los movimientos no agitaron en serio las calles ni los barrios populares, recibieron una tonelada de fondos fiscales traducidos en planes para los sectores informales, empobrecidos, que representan. Pero las movilizaciones de diciembre por la reforma previsional y contra la fallida reforma laboral, desató la ira del oficialismo. Se sospechaba que habría vuelto. Y llegó con dureza en 2018.

El macrismo le había cedido a las organizaciones sociales el manejo de los planes Argentina Trabaja (260 mil beneficiarios) y de los beneficiarios del Salario Social Complementario (150 mil). Es decir: aceptaba sin chistar las listas completas de beneficiarios, a la vez que les transfería voluminosos fondos para que ejecutaran las obras de infraestructura que debían hacer como contraprestación. Antes, eso lo hacían únicamente los municipios. La semana pasada se les quitó ese lugar a los movimientos y se puso patas para arriba el plan. El Argentina Trabaja ya no subsidia para que las personas trabajen en forma cooperativa sino para que estudien de manea individual. Las organizaciones sociales no son más entes ejecutores. Lo bueno duro poco en el macrismo. En otras palabras: ya no les pasan cientos de millones de pesos para realizar obras porque, básicamente, no hay más obras.

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la columna política de Juan Pablo Hudson

 

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