Por Juan Pablo Hudson
El crecimiento de la deuda externa es un mal endémico de la Argentina. El gobierno de Cambiemos no ha hecho otra cosa más que agudizar esta tendencia histórica. Primero para financiar el supuesto gradualismo de sus políticas. Y ya cuando los mercados internacionales cerraron el grifo frente a la fragilidad del sistema financiero nacional, tuvo que recurrir en 2018 al FMI como última alternativa para evitar un inminente default.
La deuda debe ser analizada en base a otros índices: 1. Su relación con el PBI. Es decir, cuánta deuda externa contrae el país y cuánta riqueza produce. 2. Su relación con el presupuesto anual. ¿Qué porcentaje del presupuesto nacional está dirigido a pagar deuda y entonces no puede utilizarse para salud, educación, ciencia, trabajo, seguridad social, etc.? 3. Su relación con la fuga de capitales. ¿Para qué se toma deuda?
En el último informe del instituto CIFRA, de la CTA, se detalla la situación del endeudamiento en la Argentina desde diciembre de 2015 hasta el cierre del primer trimestre de 2019.
El crecimiento de la deuda de la administración pública nacional fue del 52,6% del PIB en diciembre de 2015 al 86,2% en diciembre de 2018. El monto de la deuda en moneda extranjera pasó del 36,4% del PIB en el final del gobierno de Cristina Fernández al 65,8% al cierre del año pasado.
En el primer semestre de 2019 vencen USD 33.015 millones de los cuales USD 20.245 son en moneda extranjera y USD 12.770 en pesos. Pero la pesada herencia para la nueva administración que asuma a partir del 10 de diciembre de este año implica el pago en 2020 de USD 42.312 millones, de los cuales USD 23.416 son vencimientos de capital e intereses en moneda extranjera, .
A diferencia de lo ocurrido cuando asumió Cambiemos en 2015, ahora la deuda se incrementó salvajemente y ya no habrá nuevos desembolsos del FMI ni tampoco posibilidades de colocar deuda en los mercados internacionales de crédito, una alternativa que cesó en 2018. De allí el pedido desesperado de Mauricio Macri para que el FMI enviara los fondos necesarios para evitar la cesación de pagos. ¿Con qué se pagará esa deuda? ¿El default es un destino inevitable una vez más en la historia nacional?
Los vencimientos con el FMI son altísimos en 2022. Hasta el momento, ese año, el tercero del próximo gobierno, deberá pagar lo mismo que heredó Cambiemos para sus cuatro años de mandato: USD 52.000 millones, según proyecta el Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala.
El total de compromisos por deuda externa que deberá asumir Cristina Fernández, Roberto Lavagna o el propio Mauricio Macri si logra la reelección será de 149.000 millones de dólares.
Pero veamos detalles. La medida tomada por el gobierno para evitar una dolarización compulsiva de las carteras es la oferta de Leliq, es decir, de letras del BCRA a 7 días a las que solo pueden acceder los bancos. Y también de LETES, que son las letras emitidas por el Tesoro Nacional. Este trimestre se acumulaban 973 mil millones de pesos en LELIQ y 873 mil millones en LETES. La corrida cambiaria de 2018 hace que con esa cantidad de pesos se puedan comprar menos dólares (antes de la corrida se podían comprar USD 93.605 y ahora USD 46.106 millones), pero así y todo la deuda es extremadamente delicada si los bancos o quienes apostaron a las LETES deciden sacarse de encima esos papeles.
De allí que Cambiemos no pueda dejar de aumentar la tasa de interés, hoy en 74%, porque la fuga de capitales sería compulsiva, tal como ya pasó ante los mínimos intentos de bajarla.
La fuga de capitales se nombra técnicamente como “Formación de Activos Externos del sector privado no financiero”. Incluye desde el tradicional giro de utilidades hacia sus casas matrices de las empresas transnacionales hasta la compra para atesoramiento o los gastos de turismo en el extranjero. En 2018 fue récord: 27.320 millones de dólares se esfumaron del sistema bancario argentino. Entre diciembre de 2015 y diciembre de 2018 se tomaron el palo del sistema 59.328 millones de dólares, todavía más que todo el acuerdo ampliado con el Fondo Monetario Internacional, que asciende a 57 mil millones.
El único momento en que disminuyó la fuga de capitales fue cuando se puso en marcha la Ley de Blanqueo de Capitales que significó el ingreso para zafar de impuestos retroactivas de USD 7700 millones al mercado doméstico.
Pero el paralelismo entre endeudamiento externo y fuga de capitales muestra para qué se pide moneda verde fresca. Queda claro que no es para obras públicas ni mejoras en las infraestructura.
¿Cuándo pagamos el endeudamiento? Cada año con un aumento vertiginoso del porcentaje del presupuesto destinado a Pagos de Servicios de la Deuda. En el presupuesto de 2018 se proyectó un 14% para ese ítem pero la ejecución final ascendió al 17,6% a través de partidas extraordinarias. Fue el segundo rubro en gasto detrás del Ministerio de Trabajo. El Ministerio de Educación, por ejemplo, implicó un 5% del presupuesto nacional. El de Ciencia y Tecnología menos del 1%.
En 2019, según lo proyectado, el 18% del presupuesto nacional, es decir, de los gastos del Estado, se irá en pagos de servicios de la deuda externa. En 2015 había alcanzando menos del 2%. La pregunta es si la ejecución implicará todavía más porcentaje. Todo indica que sí.
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