Por Gala Décima Kozameh
Fotos Lionel Bonano
La escritura de esta crónica es el resultado del impulso que produce haber visto un buen show: ese ánimo de querer compartirlo, de mostrarlo a través de las redes, de necesitar contárselo a todos los que saben de la banda y les gusta como a vos. Esta breve crónica es un manotazo más por revivir un gran momento.
El viernes pasado, el dúo electro pop rosarino Matilda (compuesto por Juan Manuel “Checho” Godoy e Ignacio “Nacho” Molinos), tocó en D7 con motivo del lanzamiento de su nuevo tema, ‘Lejos del centro’. Una canción cariñosa que pone como protagonista -en su letra, video y también en la gráfica del single- al artista plástico local Orlando Belloni. Orlando, nacido en Pérez pero residente del barrio La Tablada, dispara en el grupo una exploración descriptiva de los barrios no céntricos de la ciudad: “reggaeton furioso, cumbia enardecida”, canta Checho a comienzos del tema.
Esta fusión artística entre los representantes del sythpop local y el artista plástico tiene otro gran acompañamiento rosarino y es el de Litto Nebbia, quien se suma con su particular voz para seguir pintando la escena que narra la canción.
El escuchar la voz de Litto en un ritmo electropop no solo es una grata sorpresa sino una caricia dulce a la nostalgia de los que crecimos escuchando Los Gatos en la casa de nuestros padres. Y ese homenaje de Matilda a un prócer del rock local y a un artista plástico de 89 años que aún sigue vigente, habla también del compromiso del grupo por seguir agrupando, fomentando y reconociendo las influencias que están a la vuelta de la esquina.
Hacía dos años que no veía a Matilda en vivo. Los dos años de una pandemia que recién se está yendo para retomar el camino de los shows y la vuelta a la nocturnidad. El D7 estaba repleto arriba y abajo y cuando Matilda comenzó su set aún había algunas personas cenando. El que estaba comiendo tuvo que meter acelerada y pararse de su mesas porque la gente se agrupó al frente del escenario y empezó a despojarse de la ropa para bailar con comodidad. La clave con Matilda siempre es esa: bailar y acompañar los pasos particulares de Checho al ritmo de los sintetizadores y bajo de Nacho, para disfrutar de una mixtura musical que trae lo más clásico del post punk mezclado con la canción latinoamericana.
A pocas canciones de comenzar el frente del escenario ya estaba repleto de camperas, abrigos y bufandas. Una situación que llamó la atención del cantante que dijo que eso le recordaba a las viejas épocas en las que todos dejaban su ropa sobre el escenario para bailar o hacer pogo. El comentario despertó de nuevo mi nostalgia, que no veía algo así desde un recital punk a principios del 2000 en algún antro del centro.
Matilda tiene 20 años como banda y seis discos de estudio editados. Si hay algo de lo que sabe es de escenarios, shows, rock y de permanecer en el sonido de una ciudad. El público, compuesto de viejos seguidores y una nueva camada de gente joven, entonó en conjunto cada hit que fue tocando el dúo: desde Musical Liberación y Anti Romántico (del último disco Imaginario Popular) hasta los más clásicos como El Río y su continuidad o La prueba y el error. En la pantalla se veían visuales retro, de estilo ochentoso con colores saturados y referencias al VHS a cargo del VJ Javier Casadidio.
El último momento de nostalgia de la noche fue cuando Checho y Nacho tocaron Viento dile a la lluvia y nadie se quedó afuera del homenaje a Los Gatos. La canción, reformulada para el sonido electro pop, quedó perfecta en la entonación de Checho que logró darle un espíritu alegre y bailarín a una balada breve y emotiva.