Entrevista a Homero Chiavarino

Chamamé que se eleva desde la raíz

MÚSICA
19 de septiembre de 2021

Por Bernardo Maison

El sol nordestino bañándolo todo: a las batallas del caudillo comandante Andresito; a las travesuras de los niños acechados por el Duende de la siesta o El Pombero; a las casas del barrio `El ombucito´, allí donde en 1916 nació el maestro acordeonista Ernesto Montiel; a las tardes de sueños y charlas entre Homero y su amigo Roque en la Laguna Mansa, durante la infancia de ambos en Paso de los Libres, Corrientes.

Kuarahy, que en guaraní quiere decir sol, es el título del primer álbum solista de Homero Chiavarino, músico nacido en Santa Fe en 1985, criado hasta sus 17 años en Paso de los Libres y llegado a Rosario en 2003. Historias, personajes, mitos y leyendas del litoral argentino alimentan el imaginario de las composiciones que con el sol como elemento aglutinante se expande también a las fiestas de pueblo, la presencia fluvial de los ríos Paraná y Uruguay y a ese paisaje costero recorrido tantas veces por él. En las formas del chamamé, la galopa, el gualambao, los aires de guaranía y las coordenadas más libres de la canción, el artista hace confluir su herencia musical tradicional con los nuevos lenguajes adquiridos en esta ciudad.

Kuarahy, El Ombucito, Andresito, El nordestino, Canto al sur, El Chacarita (Joel Tortul), Agua que vuela (Severo Callaci y H.C.), Galopa Libre, Mi pueblo, y Laguna Mansa son los temas grabados en estudios Berimabau por Aldo Simón, y editados a fines de 2020 en formato de disco digital y a través de un video álbum que se puede ver en youtube y que fue registrado en escenarios de Pueblo Muñoz (a 30 kms de Rosario) bajo la dirección general de Valentín Genaro.

Homero Chiavarino cuenta que aprovechando el tiempo impuesto por la pandemia en este último año y medio, “pudo trabajar en su estudio casero sin tanto apuro y sentarse a escuchar, producir, probar, maquetear, desechar y volver a hacer”. Esa producción en solitario en la que prácticamente grabó todos los instrumentos y en la que canta, toca guitarra y acordeón se amplió luego con la incorporación de colegas invitados en distintos temas: Juan Pablo Colombo en bajo, Martin Tessa en guitarra, Mauricio Palavecino en percusión y batería, Gabriel Coronel en bajo eléctrico y contrabajo y Sebastián González en guitarra.

“El Ombucito es un barrio, una zona rural de Paso de los Libres que está un poquito alejada de la ciudad, un lugar muy agreste de tierra colorada y que puntualmente es cuna de grandes chamameceros como Ernesto Montiel, uno de los pioneros, un hombre que impuso una nueva forma de tocar el acordeón y un nuevo estilo dentro del chamamé. Ese lugar siempre me resultó muy cargado culturalmente, lleno de energía, como esos lugares en los que te parás abajo de un árbol y parece que se escuchara la música en el paisaje. Y me dieron ganas de hacer un tema que suene a ese paisaje”, dice el compositor sobre la canción El Ombucito.

Otro de los lugares de Paso de los Libres que se hizo música es Laguna Mansa, “una laguna que está pegadita al río Uruguay en la frontera con Uruguayana (Brasil), y que de algún modo se comparte con los hermanos brasileños. Es un lugar muy importante para mí desde pibe, por estar ahí cerca, visitarla. El flash que nos producía de chiquitos que enfrente era Brasil, lo cerca que estábamos de otro país, de otra cultura totalmente distinta y a la vez tan hermana y tan de todos los días, porque es una ciudad de frontera en la que se cruza el puente para ir a hacer compras a Uruguayana o a visitar amigos o familia”. El Puente Internacional Agustín P. Justo - Getúlio Vargas comunica a la ciudad de Paso de los Libres (Corrientes) con la de Uruguayana (Rio Grande do Sul). “Laguna Mansa era el balneario del pueblo cuando mi viejo era chico, yo no llegué a meterme a la laguna, después de que construyeron el puente cambió la fisonomía y no se podía meter, lo corrieron para otro lado. La laguna es como un apéndice del río Uruguay, está cerca, y enfrente está el anfiteatro Carlos Gómez, tocamos mucho ahí, de pibes debutamos en ese anfiteatro en un festival homenaje a Ernesto Montiel”.

***

Con las restricciones impuestas por la pandemia de coronavirus y suspendidos los eventos culturales, al igual que tantísimos otros artistas, Homero Chiavarino estrenó su lanzamiento en modo streaming. Lo hizo el domingo 13 de diciembre de 2020. “A los 11 años empecé mi carrera como chamamecero, de la mano de amigos con los que aprendí tocando, escuchando, sintiendo la música. Desde ese momento sueño con tener mi propio disco, con mis temas, con el chamamecero que construyo y deconstruyo desde hace más de 20 años. Por fin ese momento llegó”, escribía entonces en su cuenta de Instagram.

Algunos meses después, todavía bajo protocolos estrictos pero con todas las ansias de hacer sonar sus temas ante el público rosarino, el músico invitaba a su recital en el Anfiteatro de Parque España para el sábado 20 de marzo de 2021. “A orillas del majestuoso río Paraná y en los bordes de esta querida ciudad de Rosario, Kuarahy sale de la virtualidad para encontrarse cara a cara con todxs ustedes. Vamos a presentar este trabajo discográfico con nuevas composiciones que vienen al mundo a sumarse al vasto repertorio de nuestra música del litoral, de raíz chamamecera y misturada con la urbanidad que nos atraviesa todos los días”. Ese concierto, llevado a cabo en una hermosa nochecita del fin del verano estuvo pleno de música y gestos de gratitud. Era una de las últimas fechas en el escenario que había albergado desde enero al ciclo “Cuando el río suena", una iniciativa de distintas productoras de la ciudad junto a Ciudad Futura, el Ministerio de Cultura de la Provincia de Santa Fe y la Municipalidad de Rosario, en la que tocaron grupos y solistas de diversas estéticas como La Chiruza Orchestra, Juan Iriarte, Mercedes Ianniello, Kunyaza, Los Cuentos de la Buena Pipa, Golden Boyz, Loli Rentería, Agustín Perez, Matilda, Maia Basso, Lichi, Otros Colores, Degrade, Bad y Ele Mariani.

Homero Chiavarino ingresó al mundo del chamamé siendo muy chico. A los 8 empezó a estudiar guitarra y piano y para los 11 fundó su primer grupo Juventud Chamamecera. “Empiezo a tocar porque mi compañero Roque venía de familia chamamecera, la mía no, su padre es acordeonista y Roque sabía dos temas en una verdulera (acordeón), entonces yo lo acompañaba. Siempre me gustó el folclore. La maestra de música vio que teníamos posibilidades y nos juntó, empezamos a ensayar y se armó la banda”, cuenta el músico. “No había tantos pibes tocando chamamé, en ese entonces era una novedad que unos pibitos toquen chamamé. Encima el otro acordeonista del grupo, Carlitos, era muy chiquito de cuerpo, parecía que tenía 7 pero tenía 11”.

Juventud Chamamecera grabó dos discos (2001 y 2002), para cuando sus integrantes ya andaban todos por los 15 y 16 años. Tocaban chamamé instrumental y tradicional para bailar, Homero se encargaba de la guitarra (después incorporó el canto) y Roque — su amigo con el que siguió tocando por 20 años— el acordeón. Se presentaron en muchos escenarios de Corrientes, en festivales de otras ciudades argentinas, en el sur de Brasil y hasta viajaron a Rosario para actuar en El rancho de Ramón Merlo, la bailanta chamamecera fundada por Emilio Chamorro en Rodríguez 5635 (a media cuadra de Av. Arijón en el barrio Las Delicias), y cedida luego a Ramón Merlo en la década del 60. Por ese escenario emblemático, declarado por el Concejo Municipal como sitio de interés cultural por su "carácter de centro de difusión y preservación del patrimonio musical de la ciudad", pasaron Jorge Cafrune, Ramona Galarza, Ernesto Montiel, Tarragó Ros y Horacio Guarany entre muchos otros. 

Ya instalado en Rosario como estudiante Homero pasó por la Facultad de Música de la Universidad Nacional de Rosario –UNR- y la Escuela Provincial de Teatro. Sin abandonar su identidad chamamecer siguió explorando y ampliando su búsqueda artística en otros proyectos de carácter humorístico y musical: The Jumping Frijoles, Yo Nunca Fui a Buenos Aires, Puro Fontanarrosa (Teatro La Comedia), Homero y sus Alegres y La Banda de Armando Lío.

En 2013 junto a Mauricio Palavecino, su compañero de banda en Homero y sus Alegres y la cantata latinoamericana Yo Nunca Fui a Buenos Aires, dieron forma al proyecto “Agua que vuela” y grabaron un disco homónimo. Se trataba de cinco canciones inéditas del propio Chiavarino, y reversiones de "Canto al río Uruguay" y "Posadeña linda" del inigualable Ramón Ayala.

“Creo que `Agua que vuela´ fue el puntapié de lo que hoy es `Kuarahy´, este disco de composiciones propias, de canciones del litoral y que más allá de los músicos que me acompañan hice una producción bastante en solitario. A todos los temas prácticamente los grabé yo, las guitarras, los acordeones, las voces. Es un disco más de estudio, donde pude sentarme a cranearlo tranquilo. Esta pandemia maldita de algún modo sirvió para poder bajar un cambio y sentarse a escuchar, a tener tiempo para producir, probar, maquetear, desechar y volver a hacer sin tanto apuro”, dice Homero. “Tenía un montón de temas nuevos que fueron surgiendo en 2019 cuando empezamos a tocar con Martín Tessa, Mariano Sayago y Mauricio Palavecino en formato de cuarteto. Tocábamos mis temas y me cebé…así que me puse a componer más cosas para seguir con los pibes. Salvo `Mi Pueblo´, uno de mis primeros temas, compuesto en 2010, y `Agua que vuela´ que es de 2013, las demás son todas composiciones del 2019. Por suerte hay mucho material dando vueltas, me parece que Kuarahy es como el punto de partida para una cosa que recién empieza”.

***

“Yo me crie en Paso de los Libres desde los dos años hasta los dieciocho. Tengo mi familia, tengo mis amigos, es mi lugar. Junto con Rosario son mi casa, no podría ni siquiera definirme de dónde soy exactamente porque además nací en Santa Fe…hay un corredor de 650 km que me pertenece” dice Chiavarino. 

Ese corredor natural y cultural alberga a una de las tradiciones musicales de mayor peso en nuestro país: el chamamé. La música y la danza del Litoral argentino fue declarada en diciembre de 2020 “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad” por la UNESCO y se convirtió de este modo en el tercer bien cultural argentino declarado patrimonio de la humanidad, luego del tango y el fileteado porteño.

Y dentro de este género, Corrientes es sin dudas una cantera inagotable de artistas, discos, y eventos en vivo. Como escribió Rubén Pérez Bugallo, investigador del Instituto Nacional de Musicología, en su texto `Tradicionalismo, Nativismo y Proyección Folklórica en la Música Argentina: labor y huella de los Gómez Carrillo´, fueron las décadas del treinta y cuarenta, “las épocas en que Buenos Aires fue testigo del arribo de la música popular correntina, que ya lleva casi un siglo de acordeonización con Mauricio Valenzuela desde Goya; Marcos Ramírez de Empedrado; Isaco Abitbol de Alvear; Emesto Montiel de El Ombucito; Emilio Chamorro de 9 de Julio; Tránsito Cocomarola de El Albardón; Tarragó Ros y Ramón Estigarribia de Curuzú Cuatiá... Todos ellos y muchos más chamameceros irán haciendo pie en la periferia capitalina”.

De ese inmenso legado se sirvió Homero Chiavarino para forjar una mirada propia que nace del encuentro entre su vida nordestina y la del sur santafesino. “En lo musical está más arraigado el chamamé, el rasguido doble, el gualambao, la galopa, géneros de raíz. Yo creo que `Kuarahy´ más allá de ser un disco de chamamé y aunque muchas imágenes hablan de aquel lado, o son mezclas, es un disco muy del sur del litoral también. Tengo una formación más tradicional en cuanto a la ejecución de los instrumentos, el acordeón puntualmente. Empecé tocando chamamé y la forma que me quedó fue la de la música más tradicional, pero después en el camino hacia Rosario me fui cruzando con otros músicos, estudiar en la Facultad, entender cuestiones armónicas y melódicas, y transitar la música desde el bossa nova hasta la cumbia me dieron muchas herramientas para poner en juego a la hora de hacer mi música".

"En la poética las canciones tienen un giro un poco más rosarino si se quiere, más de ciudad, más urbano, mezclado con la canción…que es lo que Rosario nos está dando todo el tiempo con sus artistas y poetas. Si uno piensa en la poética de raíz del Chamamé se habla de otras cosas, hay una identidad más rural, de un hombre de campo de otro tiempo. Yo creo que eso es lo que claramente cambió y hoy, situados en otro tiempo y en otro espacio, podemos hablar de otras cosas pero arraigados todavía a esas músicas. Hablamos de lo que hoy es el litoral para nosotros, de lo que defendemos, contra lo que luchamos. La postura política que uno tiene en estos momentos como un actor del litoral”.

— Siendo el chamamé tan tradicional cuesta encontrar  a veces nuevas formas en los modos en que narra o le canta a un pueblo, un paisaje, la amistad, la novia, los amigos. En muchos casos parecen formas y estilos provenientes de la década del cuarenta y cincuenta. En algún momento se planteó esta discusión en torno a los nuevos letristas del tango...

Yo creo que ahí hay dos cosas que conviven, hay un chamamé de raíz que no sé hasta dónde tiene que cambiar. O si es eso. Se concibió de esa forma, se creó de esa forma. Yo creo que se va a mantener ahí y hay una parte de eso que está buena que se mantenga, no por ser conservador, pero sí para conservar. Como pasa también con el tango, como pasa con el folklore en general, hay una cosa que tiene que ver con la raíz de esa música que es el sello de esa música. El chamamé de raíz es así porque fue compuesto en ese contexto, en ese lugar, con esa instrumentación, con esas ideas.

— Me refiero a discos nuevos que tienen un vuelo musical más moderno, pero cuando nos remitimos a las letras apelan a una manera de construir imágenes que parecen estar un poco desfasadas. Se habla de cosas que ya cambiaron por ejemplo en relación al cortejo entre el varón y la mujer. Me da la sensación de que esas letras dialogan más con otras letras del pasado que con la realidad actual.

También hay que pensar que esa música muchas veces viene del interior, por ejemplo desde Corrientes. Uno piensa quizá desde Rosario o desde alguna ciudad capital que hay cosas que ya no existen y sí existen, hay un modo de vida que tiene que ver con el gaucho y con las tradiciones más criollas que permanecen, yo vengo de un lugar así. Pero también es cierto que van cambiando y nos vamos dando cuenta cada vez más claramente lo que ya no va.

— Vos venís de esa zona más tradicional y te encontraste con “esta modernidad rosarina” en algún momento (risas).

Es una mezcla de culturas, más allá de las similitudes hay un montón de diferencias y de formas de vida, de vivir los días, de trabajar, las jornadas en sí, la familia, el hombre, la mujer. Está bueno sentarse a pensar también de dónde venimos. El folklore nos dice todo el tiempo de dónde venimos y también hacia dónde vamos. En el chamamé uno pensaba que todo se había dicho, que todo se había compuesto. Después de Ernesto Montiel, Isaco Abitbol, de Tarragó Ros o de Cocomarola parecía que todo estaba hecho y esta iba a ser una música enfrascada en el tiempo. Y en un momento aparecen Rudi y Nini Flores y se produce como un agujero negro ¿no?... en el que conviven dos tiempos totalmente distintos pero que conviven. De una nueva forma de pensar la música, de pensar el folklore, de pensar el chamamé, que lejos de ser conserva y cerrado tiene una apertura que uno no se podía imaginar antes de la interrupción de estos músicos, o por lo menos me pasó a mí esto. Los músicos de mediados del siglo pasado están volviendo a ser escuchados y reinterpretados. Músicos que han dejado mucho material que no fue muy muy estudiado. En Corrientes puntualmente se ven conjuntos nuevos todo el tiempo, de pendejos que están tomando otra vez las riendas de la música.

— ¿Y cómo sentís que dialoga tu disco con la época actual? A mí me llama mucho la atención esta nueva generación, como que rompió lazos más marcadamente. Cuando empecé a poner discos nuevos en Radio Universidad allá por 2003-2004-2005, los proyectos jóvenes aun dialogaban fuertemente con la tradición, porque se hacían relecturas del folklore, del tango, del rock. Todos los músicos aunque eran jóvenes y poniéndole su impronta traían esas tradiciones a cuestas, ahora se percibe que los más chicos que están en el trap o el reggaeton tienen sus tradiciones en otro lado, es una cosa un poco más... no voy a decir implantada, pero falta de esa ligazón con la tradición Argentina. Entonces ¿cómo quedan discos como el tuyo en relación a estos contextos?

Yo creo que una música como... no sé, esto de implantado o no, yo entiendo desde dónde lo decís... por un lado a estos pibes, o por lo menos a los que hacen cosas nuevas y me gustan, yo les creo. Me parece que más allá de ser una música de afuera, que viene de otro lado y que es nivel Latinoamérica o nivel mundial, está bien, es genuino. Y con respecto a mi disco litoraleño es lo mismo, yo siento que mi música también es genuina y creo en lo que estoy haciendo, no estoy haciendo nada para agradar a nadie. Y también creo que la música del litoral en el último tiempo ha ganado espacios, en los medios, ha vuelto a recuperar espacios que por ahí había perdido. Quizá lo podemos pensar de otro momento en el que pasó con la chacarera o con la zamba, cuando se hicieron muy fuertes a nivel nacional. La chacarera estaba presente en todos lados, desde Santiago del Estero para el mundo ¿no? Y yo creo que le viene ahora al chamamé ese momento. Es un terreno muy virgen, muy verde, hay mucha tela para cortar y grandes artistas, hay una gran cantidad de obras compuestas durante cien años que vuelven a aparecer y vuelven a decir presente. Que otra vez están en el oído de la gente….quizás nada que ver y yo me como el viaje de que está pasando eso con el chamamé, que el chamamé es la música del futuro: yo lo creo...pero me parece que todavía no vimos todo lo que va a pasar con esta música. También está pasando en Rosario... una ciudad que es chamamecera y que recién ahora estamos pudiendo escarbar en algunos rincones para que vuelva a florecer la música litoral, reconocer a Rosario como una ciudad litoraleña, el vínculo de Rosario con el río, con la cultura del río.

— ¿Y respecto al público qué sentís? La ciudad tiene sus referentes por tradición, nombres propios en la música del litoral, pero así y todo tampoco ha podido forjar públicos folclóricos, o es cambiante ese acompañamiento. 

Sí, es difícil. Pero hay mucha gente en Rosario, si no es como pensar siempre en esta cosa rosario-centrista si se quiere, que todo pasa entre 27 de febrero y Boulevard Oroño. Y en realidad Rosario es mucho más gigante, si uno ve el mapa de Rosario, Boulevard Avellaneda está en el medio de la ciudad, para el otro lado de Avellaneda hay media ciudad más.

— Y ahí tocan esos grupos chamameceros tradicionales ¿Vas a esos lugares?

He ido a muchos espacios, he conocido a muchos músicos chamameceros de acá que están trabajando en la música, que militan los espacios chamameceros, las bailantas, que no vienen a tocar al centro o que no tienen su espacio en el radio del que yo te hablaba. Me parece que hay que volver a pensar eso también ¿no? ¿Qué es Rosario? ¿Cuál es el público de Rosario? ¿Qué música consume? Realmente es verdad que el folklore no tiene la presencia que uno creería o que uno espera...pero yo creo que hay muchísimo más de lo que se ve.

— Claro... esas fiestas, esas chamameceadas se llenan de público. Recuerdo algo que me llamó mucho la atención, cuando en 2005 hicimos desde nuestro programa anterior De Ushuaia a la Quiaca una serie de fechas en El Aserradero mezclando a músicos de distinta procedencia. Monchito Merlo estaba sorprendido y nos contaba que era la primera vez que iba a tocar en un lugar así para gente sentada, que lo fuera a escuchar. Por supuesto que se pasó toda una vida tocando y animando jineteadas y bailantas chamameceras.

Eso es...de eso estamos hablando, de todo una cultura que todavía se mantiene al márgen, en las orillas. Que es mucho más invisible que lo que está de moda y que lo que se impone. Hay toda una cultura Rosarina que está oculta, yo quiero pensar a veces que no es intencional pero con algunas cosas uno piensa que sí es intencional y que en realidad conviene. En otro sentido están pasando cosas puntuales que nos están haciendo ver a dónde estamos parados. Están quemando las islas, están quemando un humedal ¿cuándo se habló de que enfrente tenemos un humedal y que hay cuidar las islas?. Yo viene de grande a Rosario y no puedo decir mucho más que lo que vi en estos últimos 17 años...pero Rosario fue armada de espaldas al río, a dónde va uno si quiere tener contacto con el río en Rosario. Hay una franja de arena en la Florida pública donde uno puede meter las patas en el agua y después no se puede, tenemos una costa gigantesca que está totalmente privada, urbanizada de tal forma para que uno pueda verlo desde lejos y decir `qué lindo el río´. Hay una cantidad enorme de familias, de barrios y villas que viven del río. No podemos dejar de pensar que todavía existen los pescadores...aunque los hayan sacado de toda la zona de Puerto Norte. Por lo menos a mí me llama la atención y lo vuelvo a preguntar, qué pasa con esa cultura del río, en uno de los ríos más caudalosos e importante del país, en una ciudad de las más importantes del país. Cada vez le vamos dando menos bola a algunas cosas y cuando nos descuidamos no las vemos más, hay edificios adelante y vendieron todo.
 

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