Cuadernos, de Andrés Di Tella

Una escritura personal para la trama afectiva

LITERATURA
16 de noviembre de 2021

Por Marcelo Bonini

En Argentina, Di Tella, como Parra en Chile o Cedrón también aquí, es un apellido que se asemeja a una marca de agua. Con nombres salientes, esos apellidos refieren, en mayor o menor medida, tanto una historia familiar como una posible historia nacional.

El autor de Cuadernos (Entropia, 2021) es uno de los nietos y uno de los hijos de dos Torcuatos, además de uno de los sobrinos de un Guido: todos Di Tella. El abuelo Torcuato fue el artífice del Sistema Industrial de Amasadoras Mecánicas (mejor conocida para la memoria emotiva argentina como SIAM). Torcuato hijo, junto a su hermano Guido, fundó el Instituto Di Tella, pieza clave de la renovación artística de los 60 y epicentro de “La manzana loca”. Así, el apellido Di Tella se fue expandiendo más allá de la pequeña burguesía industrial de la Argentina. Años antes, Torcuato hijo ya había expandido las suyas: siendo estudiante de posgrado en Estados Unidos, en la primera mitad de los 50 conoció a quien fue su pareja durante años y madre de sus hijos, Kamala Apparao, nacida en Madrás, India. Con el tiempo, Kamala y Torcuato se mudarán a Londres, donde Andrés Di Tella y su hermano cursarán parte de la escuela primaria y la secundaria.

En Cuadernos, Andrés Di Tella (Buenos Aires, 1958) ha editado, en sentido fuerte, parte de su escritura personal, que incluye, entre otros, notas de trabajo, relatos autobiográficos, ensayos breves, reflexiones sobre cine y literatura, borradores de textos periodísticos. Con una prosa clara, deliberadamente directa, sostenida e impulsada por una primerísima persona, el libro de Di Tella perfila un yo que se evade de cierto solipsismo contemporáneo. A pesar de que retoma la divisa con la que Witold Gombrowicz inicia sus Diarios (“Lunes Yo. Martes Yo. Miércoles Yo. Jueves Yo”), Cuadernos invita a leer más allá del narcisismo (arroje la primera piedra quien no lo ejerza) sin dejarlo atrás.

Lo que en otra circunstancia sería un mero name-dropping, aquí los nombres propios aparecen en la trama de los relatos de modo afectivo, vincular: solo por decir tres nombres y apellidos, Ricardo Piglia, Alberto Fischerman y Francis Ford Coppola son amigos, maestros, compañeros y no personajes secundarios cuya única función, como ocurre en otros textos autobiográficos, es subrayar la épica de un yo. De todos modos, Di Tella es un entusiasta del yo, tal como se puede ver en varios de sus documentales (Fotografías, La televisión y yo) o al leer este libro.

En alguna de sus páginas, Di Tella se refiere al culto de la amistad en la Argentina y cómo, mediante su ejercicio, una conversación puede derivar en el intercambio de intimidades. Pero, a la vez, ese culto de la amistad tiene otra faz: el hecho de restringir lo personal solo al ámbito de lo privado, como si hubiese una censura de la expresión personal. Esa impresión no es del todo fiel en el año 2021 (la primera persona campea en las ficciones literarias y audiovisuales desde hace tiempo) pero, como las entradas de Cuadernos no están fechadas de manera directa, tal vez estemos más ante la detección de un problema que frente a un diagnóstico totalizador. Con seguridad, se ha tratado de un problema para Di Tella, un problema que oscila entre lo personal y lo artístico: ¿cómo un hecho artístico se constituye como hecho autobiográfico, de qué modo la autobiografía interviene en la obra?

Cuadernos se ocupa de transitar una y otra vez sobre esos interrogantes con una escritura de paseante, de ritmo caminador pero atenta a detenerse donde vale la pena hacerlo. La lengua escrita permite a las personas contarse a sí mismas: en ese acto de desdoblamiento surge una persona distinta a nuestro yo civil. En entradas que no superan las diez páginas, Di Tella le da forma a sus experiencias como espectador y hacedor de documentales, como hijo, padre y sobrino, como pareja de Cecilia Szperling —madre de Lola y Rocco (¿adónde llevarán la marca Di Tella?)—, como viajero, como un joven punk (¿habrá tenido cresta?) en el Londres de 1977 haciendo pogo con Never Mind the Bollocks de fondo, como fundador y primer director del BAFICI, como lector, como docente y  un largo etcétera. La propia autobiografía y obra entran en diálogo con otras obras y otros relatos de vida. Hay más de un Andrés Di Tella en Cuadernos, cuyo generoso efecto es habilitar la iluminación de la biografía de quien recorra sus páginas.


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