El videasta, escritor y docente, Gustavo Galuppo Alives presentó el viernes último en Rosario “Tecnologías de lo sagrado. De las fantasmagorías del siglo XVII a la IA”, libro editado por Ediciones del Ministerio de Cultura de Santa Fe, que en 2024 obtuvo el Premio Provincial de Ensayo «Juan Álvarez» en la categoría Inédita.
Nacido en Rosario en 1971, Galuppo Alives despliega su trabajo artístico y ensayístico en los campos del video, la crítica cinematográfica y la teoría e historia del cine desde fines de los noventa.
Es docente en la UCSF (Santa Fe) y dicta cursos, seminarios y talleres en diversos ámbitos institucionales e independientes entre Argentina, Colombia, México, Perú y Bolivia. En 2018 publicó su primer libro «El cine como promesa» (Sans Solei, España-Argentina), en 2020 «Los mecanismos frágiles. Imágenes desde la vida dañada» (VerPoder, Argentina), en 2022 «Después de Godard» (Ciudad Gótica, Rosario, Argentina), y en 2023 «Sumeria» (Oroñópolis).
El jurado que eligió Tecnologías de lo sagrado, integrado por Agustina Prieto, Germán Prósperi y Analía Solomonoff expresó: “Construye una trama inteligente y atractiva sobre la historia de la imagen. El texto es erudito, rico en derivaciones, pero al mismo tiempo accesible a la comprensión de un público no específico. La temática abordada es de sugerente actualidad y permite pensar el presente desde nuevas perspectivas y aristas”. En 2024 su video “El alfabeto de los nadies” ganó también el Premio Colección del 77° Salón Nacional del Museo Municipal de Bellas Artes Castagnino+Macro.
Joseph Nicéphore Niépce, francés 1765-1833, 'point de vue' sin título, 1827. Heliógrafo sobre peltre, 16,7 x 20,3 x 0,15 cm. Colección Gernsheim.
FRAGMENTO DEL LIBRO
En 1816, después de inventar un motor de combustión interna, Joseph Niépce se avoca a una asombrosa idea que viene elucubrando: fijar sobre una superficie material las imágenes obtenidas al interior de una cámara oscura. Ese mismo año consigue la primera, la llama rétine, y plasma una vista desde su ventana. Se trata de una imagen en negativo inscripta sobre papel emulsionado con sales de plata. La imagen se inscribe pero su existencia es fugaz, efímera, la emulsión se ennegrece al contacto con la luz. La sombra resiste al imperio de la luz, y la visualidad inscripta se mantiene en el receptáculo de su prístina oscuridad. Desaparece incluso en la viscosidad de la sombra.
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Niépce obtiene sus primeras imágenes fotográficas, en negativo, y al aparato lo llama «heliógrafo». Pensaría: el negativo no me interesa, es insuficiente, quiero una imagen directa, positiva, inmediata. Descarta el sistema y sin saberlo tal vez desoye, refutando a la latencia, la necesidad y la posibilidad de la copia. Lo que busca es un corte inmediato, un punto de vista determinante, una mirada, dados en el anudamiento entre el espacio, el lenguaje y la muerte. Eximida de la incertidumbre del diferimiento. De la masa confusa de la latencia y del intervalo. Liberada, por fin, de la espera y de la sombra. El mundo positivado a plena luz, inmediatamente enunciable. Clic. En un clic, el mundo.
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Dibujar el sol, o dibujos del sol. Trazados de la luz. Heliografía. En 1825 Niépce descubre un nuevo método que lleva a obtener imágenes con medios tonos y con una calidad superior. La precisión de las imágenes es sorprendente para la época. El tiempo de exposición es siempre de varios días a pleno sol. El negativo es la exigencia del resultado. La imagen reclama su estatuto de latencia, su germinalidad, su larvalidad, su estado de crisálida. El secreto de esa claridad, es que solo es posible tras la larga noche de una dilación fantasmagórica.
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El producto fotosensible utilizado es el betún de Judea. Una especie de alquitrán natural, conocido desde la Antigüedad en el mar Muerto. Se lo utilizaba para embalsamar las momias entre los egipcios o para hacer impermeabilizaciones (barcos o cestas) en Babilonia. ¿De dónde vienen las imágenes? ¿De cuándo? La momia egipcia antes que la máscara mortuoria romana. Carácter indisociable entre imagen y muerte, Antigüedad y modernidad. Pervivencia y fantasma. Entridad. La imagen es una entridad, un anacronismo, una espectralidad. Una crisálida, también. Una larva sedimentada por el ultramundo. Sobre una capa antigua de betún de Judea.



























































