Por Marcelo Bonini
Un cuarteto de personajes organiza la narración de Monchi Mesa, la nueva novela de la misionera Marina Closs. Monchi es un señor algo mayor que trabaja de sereno, primero de un aserradero y luego de un galpón de camiones. Mesa se va a cruzar con Cinthia y Jessica, dos hermanas de 12 años, hijas de Soto, su patrón. Por último, va a aparecer Jorge, el hijo de Mariela, la niñera de las Soto. La novela tiene apenas tres capítulos, narrados desde el punto de vista de cada personaje. En el segundo leemos la conjunción enrarecida de las voces de las hermanas que parecen, por momentos, hablar, pensar y sentir como una sola persona. Cada capítulo se ocupa de acercarse a los mismos hechos desde distintos puntos de vista que los iluminan y, a la vez, los oscurecen. Al pasar a otro capítulo, el anterior se distorsiona.
El argumento no ignora los vasos comunicantes entre la sexualidad humana y la muerte: la narración y sus acotados tiempo y espacio toman, finalmente, la forma de una tragedia. Hay, como en las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides, una trasgresión a las normas de la comunidad, ese pueblo donde viven los personajes, que suponemos pequeño y en el que todo el mundo se conoce entre sí. Se trata del despertar del deseo amoroso y sexual entre las hermanitas Soto y Jorge. En un lugar tan pequeño, el modo de existencia de este vínculo es el secreto, el ocultamiento: la sombra del escándalo se cierne sobre esta relación triangular.
Jorge y las hijas de Soto tienen relaciones sexuales, al mismo tiempo o alternadamente, a pedido de ellas. Jessica y Cinthia viven y aman a Jorge casi sin restricciones. Eventualmente, las posee el deseo de escapar con él fuera del pueblo, lejos del hogar paterno. Así, convencen a Jorge de robar un vehículo para huir, lo cual desencadena un hecho que trunca el plan de del trio, además de un encuentro —fantasmagórico, casi alucinatorio— entre Monchi Mesa y las hermanas.
El argumento recién referido no se narra trágicamente, sino desde una, suponemos, deliberada neutralidad, con ecos de la llamada “prosa blanca”, cuyo representante icónico es El extranjero (Albert Camus, 1942). Allí, las peripecias de monsieur Mersault —el asesinato que comete y su posterior condena—, personaje principal y narrador, están escritas de modo apático, con una notoria escasez de adjetivos o matices, apenas los necesarios.
Esta prosa blanca, o neutra, una de las tantas herramientas literarias consolidadas antes de la mitad del siglo XX que luego han quedado disponibles para su uso, supone un riesgo: la monotonía, la sospecha de falta de pericia, el regusto por la repetición y lo monocorde. Un segundo riesgo: la contratapa promete “el lenguaje del noroeste argentino y sus formas mestizas”. A pesar de que quien escribe estas líneas no ha viajado todavía por esos lares, la narración de Closs no parece interesarse particularmente en el habla sino en su argumento. Independientemente de constatar si una escritura nos hace oír o no la oralidad de un territorio, muchas otras narraciones, como las de Hebe Uhart, Sara Gallardo o Juan José Saer, sí ponen este interés de relieve.
El sexo, la muerte, el deseo y el amor se cuentan desde primeras personas casi sin asombro, de manera tan directa que las emociones quedan sofocadas. Desde el comienzo de la historia Monchi Mesa deberá lidiar con el fantasma de las hermanas Soto, que desesperadas por salvar a Jorge ven cómo se diluye su plan. En el monólogo interior que cierra la novela, Jorge, herido, vuelve sobre los capítulos anteriores y cavila, adolescente y exagerado, sobre cómo amar y odiar: “Mi rifle es amor y odio. Donde yo siento odio, aprieto. Donde siento amor, guardo el dedo y me calmo”.
Dos voces masculinas y dos femeninas dejan entrever, también, la tragedia cotidiana de una sociedad de clases: el dominio de las hijas del patrón y empleador de su niñera sobre el hijo de esta y los vaivenes laborales y materiales de Monchi Mesa. En definitiva, la novela se ocupa de asuntos humanos universales —tercer y último riesgo: “Un tema grandioso, no garantiza un efecto grandioso, sino, muy probablemente, lo opuesto” (Wallace Stevens, Adagia)— pero sin mayores pompas, lo cual, cada quien que lea lo dirá, quizá resguarde a Monchi Mesa de la advertencia del poeta Stevens.
Marina Closs nació en Aristóbulo del Valle, Misiones, en 1990. Es Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Publicó dos libros de cuentos La doncella aguja (2013), El violín a vapor (2016) y una variación fantástica sobre la vida de Jesús llamada El pequeño sudario (2014). Tres truenos (Bajo la Luna, 2019) resultó ganador del Fondo Nacional de las Artes. Monchi Mesa salió en 2021 también por la editorial Bajo la Luna.