La cortesía de los reyes

EL ESCRITOR EL MUSICO Y EL BAR
16 de octubre de 2012


























Por Andrea Ocampo

 

El viernes pasado a las 21,30 llegué a la Plataforma Lavardén. Plataforma es una palabra hermosa. Sin embargo, de algún modo en mi cabeza sigue siendo la Sala Lavardén, o simplemente “la lavardén”. Plataforma me suena a espacial, virtual, submarina. La Lavardén suena a muchas otras cosas, más apegadas a lo terrestre: los espectáculos de “El mañanero” en vivo, por ejemplo. Los recitales heavy de los ochenta donde prendían bengalas en el escenario y nadie tenía idea de dónde estaban las salidas de emergencia. La película de Charly, en la que Charly García ac-tua-ba. Las lecturas de poesía, pegadas a la música, a la danza, donde todos nos conocíamos de algún lado y estábamos igual de asustados porque era la primera vez de muchos. La Lavardén enorme, hermosa, despintada, con las butacas soldadas en fila, el telón pesadísimo, los camarines estrechos, la parte de arriba con sillitas agregadas porque siempre había más gente de la esperada. Durante años era ese espacio y apenas el hall, los baños de arriba. Hace bastante poco se pudieron usar los subsuelos, los pisos superiores se poblaron de oficinas y la terraza ¡mágica!

El edificio se empezó a levantar en 1925 para la Federación Agraria Argentina a cargo del arquitecto Juan Durand y a la empresa Candia y Cía. En 1927 se inauguró como hotel y centro de actividades para socios y ajenos. Un hotel. Ahí se explica que en el 4’,5’ y 6’  piso haya pequeñas y grandes habitaciones con recovecos, supuestos baños, lugares para cocinar. Y en el 5’ piso el comedor inmenso que inaugurado recientemente sirve de excelente sala de conciertos.

Justamente en el 5’ piso es el recital. Subo por el ascensor automàtico. Me acomodo con vista al escenario, armado al ras del suelo y de espaldas a la imponente chimenea antigua, en desuso, con sus molduras restauradas a nuevo. Hermoso.

Como el salòn es enorme han ubicado unos simpàticos cubos forrados de negro que rodeados de sillas hacen las veces de mesitas. Màs atràs hay mesas redondas. Contra el techo hay diversas luces que al encenderse o apagarse renuevan la atmòsfera y suena una mùsica de blues que envuelve el salòn y hace soñar con una noche inolvidable. Hay servicio de bar y me tomo un fernet.

Pasan los minutos y llega gente joven, con ropa còmoda, algunos en risueños grupos. Alguien saca fotos. El chico buen mozo de la seguridad charla con la rubia que vende las entradas.

Pienso en la suerte de tener un lugar asì para un recital de viernes a la noche.

Desde los tiempos de hotel y sala de varietè y cinematògrafo, la Lavardèn  fue propiedad de diversos ministerios, incluso hubo unos años en que solamente se usaba como depòsito de mercaderìas. En 1965 se la bautiza Manuel José de Lavardén en honor al poeta y dramaturgo considerado uno de los fundadores del teatro nacional.

En el año 1973 la sala pasa a llamarse Evita pero por disposición nº 54 del 15 de junio de 1976 se denomina Sala Provincial Manuel José de Lavardén.      

En el 2000 es declarada de interés histórico, arquitectónico y cultural de la ciudad.

¿Y quièn era este Lavardèn? Un escritor, abogado, de los primeros en hacer dramaturgia por estos lugares. Naciò en Buenos Aires en 1754. Precursor de la Revolución de Mayo.´En las invasiones inglesas fue auditor de guerra. Fundador de una sociedad patriòtica para estudiar ciencias. Una maza.

Su obra más conocida fue la Oda al Paraná, publicada en el primer número del Telégrafo Mercantil, periódico fundado por Francisco Cabello y Mesa en 1801, a instancias de Manuel Belgrano, y que fue el primer periódico de Buenos Aires.

La oda al “augusto paraná, sagrado rìo” es bastante larga para un pensamiento pre=recital, una parte dice:

 

Tú con la pala

de plata, las arenas dispersando,

su curso facilita. La gran corte

en grande escala espera. Ya los sabios,

de tu dichoso arribo se prometen

muchos conocimientos más exactos

de la admirable historia de tus reinos,

y los laureados jóvenes, con cantos

dulcísimos de pura poesía,

que tus melifluas ninfas enseñaron,

aspiran a grabar tu excelso nombre

 

A las 22,30 todo estaba como hacìa una hora, la hora anunciada por el grupo que tocaba. No habìa desperfectos tècnicos a la vista y nadie avisò de alguna causa ajena a su voluntad. Estuve a punto de tomarme otro fernet y quedarme esperando pero no.

Sin dudas ante la calidad del espectàculo optè por irme a otro lado. Me acordè de otro escritor, Abelardo Castillo, tiene un cuento que se titula “la puntualidad es la cortesìa de los reyes”.

 

 

Andrea Ocampo nació en 1968 en Avellaneda, Buenos Aires, pero reside en Rosario desde 1970. Coordina talleres de escritura para niños, adolescentes y adultos, tanto en forma privada como en organismos públicos. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Colaboró en revistas y diarios de su ciudad y del país, desempeñándose además como jefa de redacción de la revista de literatura Ciudad Gótica. Participó como poeta invitada en el VII y en el XIII Festival Internacional de Poesía. Publicó “Lo bueno breve”, en 1998 y “Dale Brazos”, en 2001 un libro antológico: "2º edición y sueltos" en 2003. Su último libro es "Góndola" (2012) por El Ombú Bonsái.

pd: El show anunciado 21.30 comenzó 22.45
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