Por Vande Guru
Un vestido de cola blanco, largo, eterno. Una sartén, un palo de escoba, retazos de tela, un par de broches para colgar la ropa. Papeles, pequeños, en pocas cantidades, tinta. Los objetos son pocos y demasiado simples, sin embargo cobran otra dimensión al entrar en contacto con los personajes. Un palo de escoba es una espada, esa espada puede ser también una cruz o un caballo. Un vestido es una sotana o un uniforme de guerra, y un pequeño papel puede ser tanto un soneto como una proclama.
Las Juanas se vale de estos elementos sencillos para iluminar la historia de mujeres que, en distintas épocas, ocuparon un lugar central dentro del curso de los acontecimientos. Son ocho. Entrelazadas como la urdimbre de una tela, aparecen sucesivamente en escena Giovanna Marturano, Juana I de Castilla, Juana De arco, Sor Juana Inés de la Cruz, La Papisa Juana, Juana Azurduy, Juana de Ibarboreau y Juana Manso.
Algunas nacieron del otro lado del charco, son europeas, contemporáneas o muy antiguas, otras vivieron en tierras latinoamericanas. Algunas son muy conocidas, otras fueron silenciadas. Tal es el caso de Johannes Anglicus, Papa de la iglesia católica hacia el año 884. O más precisamente, Papisa: una mujer que fue sumo pontífice, según reconoció la propia iglesia hasta el SXVI. En escena el personaje vuelve al presente desde su tumba para desmentir el nombre masculino bajo el cual fue enterrada e interrogar al público de manera irónica “¿Qué es lo que hay en el cielo? Hace miles de años que estoy muerta y todavía no lo conozco”.
Otro personaje, bastante más conocido, el de la guerrera Juana de Arco pareciera contestarle cuando, siglos después, dice: “Vivir sin creer es un destino más terrible que morir”. Pero aún así, su fe no le alcanzará para salvarla. Su espada se convierte en la cruz a la que será atada y una hoguera consumirá su vida.
Del otro lado del mundo, su par latinoamericana, la tenienta generala Juana Azurduy, ha logrado sobrevivir a la guerra. Desde el patio de su casa, dice, sin embargo, que aún la lleva dentro. La guerra que hicieron los hombres contra los hombres, para beneficio de hombres aún más poderosos que ellos. Las guerras en la que también han peleado mujeres.
Las historias de vida de las mujeres que van apareciendo en escena, a su modo, cuestionaron la forma en que se ha ordenado el mundo. Sus acciones son el pilar sobre el que se funda la estructura de una obra que invita a repensar algunos supuestos que han funcionado como verdades universales.
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Pero Las Juanas es también, y sobre todo, ese cuerpo de mujer que da forma a los personajes. La actriz las va tejiendo, de manera delicada, punto por punto, enlazando los hilos que unen sus historias. Los cambios de vestuario se producen en escena y a media luz se logra la transmutación: un mismo cuerpo adopta sucesivamente la forma frágil de una viejita ajada por el paso de los años, el vigor y la fuerza de una joven guerrera, la belleza de una reina loca, la fragilidad de la momia de una papisa esquizofrénica. Una transformación íntima de la que el público es un testigo externo, pero que nace desde el trabajo interno que requiere la caracterización de cada personaje: la actriz modula su voz, dulce y suave cuando la que aparece en escena es una poeta, estridente y entrecortada cuando es una revolucionaria italiana. O enroscada en las erres para la rebelde francesa. También trabaja con su mirada: sus ojos se estiran de rabia cuando se enfurece, se redondean cuando se emociona con el recuerdo, se abren muy grandes cuando la conmueve una injusticia.
Un poco por casualidad, otro poco como si fueran parte de un destino ineludible, estos personajes fueron apareciendo aleatoriamente en la vida de la dramaturga Agustina Toia. La actriz evoca en su recuerdo los versos de las poetisas Sor Juana Inés y Juana de Ibarbourou que su abuela le recitaba en su Montes de Oca natal. Durante sus viajes, fue encontrando relatos sobre mujeres que habían desaparecido hace ya muchos años, siglos enteros. Caminó por sus tierras, observó sus paisajes, respiró su mismo aire. Se conmovió hasta las lágrimas cuando escuchó en Roma la arenga de la revolucionaria Juana de Marturano. Un dato se le presentó como la evidencia de la relación entre ellas: todas se llamaban Juana y todas habían intentado ejercer una libertad que les estaba vedada de antemano. La obra cobró forma bajo la dirección del actor y dramaturgo Severo Callaci.
Estrenada por primera vez en octubre de 2022, Las Juanas no se han quedado quietas: han viajado por toda la provincia en un ciclo de presentaciones en el marco del 8M, por el país de la mano del El ángel de la valija, otra de las obras de la compañía Toia&Callaci, en la gira del fin del mundo que incluyó a todas las provincias del sur: Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del fuego. Y por el mundo: en Estados Unidos, la puesta en escena de ambas obras se llevó a cabo en el teatro Latea de Nueva York. En Roma, la adaptación de la obra al italiano fue hecha por la misma dramaturga.
En la línea del teatro antropológico iniciado por Eugenio Barba a principios de siglo, Las Juanas no necesitan demasiados recursos materiales ni escenográficos para mostrarnos quiénes fueron. Las Juanas están de vuelta en el cuerpo de Agustina Toia.
LAS JUANAS
Sábados de Abril 20.30 hs, Cultural de Abajo, Entre Ríos 579
Dramaturgia y actuación: Agustina Toia
Dirección y puesta en escena: Severo Callaci
Vestuario: Laura Perales, Kitty Di Bartolo, Rosa Arena.
Escenografía, objetos, dispositivos escénicos: Lucas Comparetto
Construcción de máscara Cristian Medrano
Producción general Toia&Calacci