La obra de Tania Scaglione resultó ganadora del Laboratorio de Dramaturgia Descarriadas 2023, programa del CCPE que estimula el surgimiento y desarrollo de proyectos artísticos de Rosario en artes escénicas y performáticas.
Por Julia Hernández
Fotos: Giulia Antonelli y Ximena Pereyra
¿Dónde están los ojos de mi infancia, sus ojos
de hace treinta años, terribles, esos ojos
suyos que me han hecho como soy?
Annie Ernaux
La casa es de estilo suizo. Es decir, de madera, cuatro paredes externas, techo a dos aguas. Así la había deseado siempre. Y así la construyeron sus hijos para ella. Dentro una mujer deambula. Camina lenta por los pasillos, recorre las habitaciones, completamente ajena a lo que pasa.
Desde afuera, la voz de un hombre dice que la mujer es su madre. Entonces, invade la escena, entra en la casa. Le habla, la convoca, intenta sacarla de su nebulosa, le propone tocar el piano. La madre ha olvidado cómo eran los acordes de la mano izquierda. Y es justamente el olvido el que motoriza la acción e impulsa al hijo a hacer memoria. A recordar la melodía de “do, re mi”, la canción de “La novicia rebelde”, a ubicar cuándo y por qué construyeron la casa.
Un día fueron las llaves. Y no pasó nada. Otro día, el celular, pero tampoco fue grave. Las cosas se mueven, cambian de lugar. Como la pared norte, que está inclinada. Con el tiempo, se inclina cada vez más. No mucho. Apenas. Es parte de lo que cambia y a la vez, permanece igual en su movimiento.
El arte de perder no es difícil de dominar dice uno de los versos más citados de Elizabeth Bishop. Con la práctica uno puede acostumbrarse. Primero serán las cosas más sencillas, las materiales. Más adelante vendrán los nombres, el de los hijos, el propio, el de las calles, el de su mejor amiga, el de la película que amaba, el de los autores que leía. Nada de esto puede suponer un desastre, afirma Bishop porque quien atraviesa el proceso, se va deshojando de las capas de la memoria de tal manera, que al final, la pérdida se experimenta como una liberación, como el abandono de una carga pesada.
En La casa suiza habita una mujer libre. Libre de recuerdos, del peso de la memoria, y libre también de la esperanza. Lo que no supone un desastre para ella, puede ser el comienzo del caos para quienes la rodean.
La voz de la hija interrumpe desde el fondo de la sala. La imagen que construye su hermano no le parece aceptable. Forzada por la necesidad de corregir la historia, ella también será convocada al ejercicio de pedalear por las calles del pasado para reponer desde su recuerdo la propia versión de su madre.
Las preguntas aparecen sin que ninguno de los personajes se anime a formularlas: ¿cómo traer a la escena del presente a una madre que habita la ausencia? ¿Cómo contar todo lo que ha pasado antes de que se pierda?
La dramaturga y directora Tania Scaglione afina la puntería y acierta: lo que mejor cuadra para contar una tragedia familiar es el tono de comedia.
Julia y su hermano le pondrán palabras al silencio en el que se encierra la madre. Moldearán en su discusión un boceto de esa mujer a partir de sus versiones, a veces congruentes, a veces discrepantes y, muchas veces, disparatadas. Los relatos del marido, las traducciones de su mejor amiga, que va con Deleuze soplándole al oído, las distintas intervenciones del doctor o la doctora Rivero, con sus diagnósticos implacables, irán afinando algunos bordes, agregando color o matizando la pintura del fondo para recuperar de manera fragmentaria la imagen de esa mujer que habita el olvido.
Como la casa, la historia se sostiene sobre cuatro pilares: la juventud revolucionaria, de nobles aspiraciones conjugadas con lecturas de filosofía, el posterior exilio en Suiza musicalizados por la banda de sonido de “La novicia Rebelde”, el retorno a Rosario con sus parques, laguitos y Facultad de Humanidades, y por último, la pared torcida: la madre y sus andanzas.
Todos esos tiempos convivirán y harán explotar el espacio expandiendo la escena más allá de los límites de la sala, donde todo se oculta, se revela, se transforma súbita y simultáneamente. Rodarán objetos que desde su movilidad ayudarán a poner un poco de orden en el caos que cada dos por tres se desata. Un caos del que se vuelve, una y otra vez, de la mano de la ternura de dos hermanos que, a final de cuentas, no hacen más que preguntarse dónde está su madre.
Ficha técnica:
Dramaturgia y dirección: Tania Scaglione.
Asistencia de dirección: Julieta Yelin.
Actuación: Ricardo Arias, Germán Basta, Laura Copello, Vilma Echeverría, Mumo Oviedo, José Pierini, Irupé Vitali.
Dirección de arte: Ximena Pereyra.
Dirección de trama sonora: Claudio Lo Giudice.
Diseño lumínico y operación: Martina Astegher, Keila Salas y Héctor Aguilera.
Coreografías: Puca Nela.
Diseño y ejecución del mueble piano: Rodrigo Frías.
Confección del vestuario: Cintia Crespo.
La casa suiza en FAER, martes 15/10 a las 20 h. Entradas $ 6.000 acá y en boleterías del CCPE una hora antes de la función. El Festival Internacional de Artes Escénicas de Rosario presenta una programación del 12 al 16 de octubre con obras locales e internacionales de teatro, circo, performances, intervenciones callejeras y una instalación para bebés.