Por Bernardo Maison
Hace dos años bailaron en una jornada sobre parto respetado, y a partir de esa experiencia, como si algo también hubiera nacido en ellas, decidieron seguir profundizando desde su lenguaje en otros aspectos constitutivos de la vida de una mujer. Junto a Severo Calacci en la dirección del proyecto, el grupo Mudanceras logró dar forma a Ombilia, una apuesta que en clave de danza folclórica contemporánea y a través de relatos orales, entrega imágenes y mensajes sobre el cuerpo, la sexualidad, la gestación, la maternidad, el amor, la menopausia y la vejez.
En la sucesión de coreografías grupales o individuales y los textos interpretados por cada una de las integrantes, Mudanceras abre interrogantes sobre el universo femenino, interpela dogmas aprendidos y repetidos en sociedad, y traduce en baile todo aquello que sus historias vitales –o de personas cercanas; amigas, madres, hermanas– atesoran.
Inés Maguna, Evangelina Jakas, y María Laura Legarreta, hablaron en La Canción del País sobre el trabajo que completan Inés Quinteros y Julia Ayarza como bailarinas, y los músicos Martín Reinoso y Diego Zabala. “El otro día una mujer me dijo que (en la obra) se sintió todo el tiempo abrazada” dice Inés Maguna. “Somos emergentes de una situación social”, apunta Lali Legarreta. “No es intencional, pero somos producto de lo que está sucediendo. De lo que se está moviendo y se nos está moviendo a nosotras.”
“Está pasando todo eso. El empoderamiento de la mujer, los femicidios, el debate por el aborto legal. Tenemos posturas claras sobre eso individual y también grupalmente. Pero no hay una intención de hablar de eso explícitamente. Sí hablamos del universo de la mujer atravesado por todo esto en un sentido poético”, resume Inés Maguna.
Formadas bajo el nombre de Mudanceras desde 2012, la relación de las bailarinas se remonta alrededor de quince atrás cuando empezaron a encontrarse en un taller de danza que dirigía Carolina Jackas en Plataforma Lavarden. En esa trayectoria hasta la actualidad y con distintos cambios de formación se llamaron también La Guisada y Matricerías.
Las hermanas Jakas (Caro y Evange), que llegaron a Rosario desde Alberdi (Pcia de Buenos Aires), ya habían empezado a bailar danzas foclóricas en la Academia “Santiago Ayala, El Chucaro” de su pueblo natal. Con los talleres y encuentros gestionados o en sus roles de organizadoras de la Peña La Machadera, ambas son eslabones fundamentales en el desarrollo del espíritu folclórico de la ciudad.
Todas las mudanceras han recorrido hasta el momento diversas instancias de aprendizaje en el universo amplio de la danza. Se cuentan viajes, clínicas, talleres o carreras formales. Ines Maguna e Inés Quinteros son, por ejemplo, egresadas del Instituto Superior Provincial de Danzas Isabel Taboga.
En busca de la voz propia
Otro factor de relevancia para entender el pasado reciente y el presente del ambiente folclórico rosarino –con sus bailarinxs, músicxs y peñas autogestivas e itinerantes- es la línea de investigación y relaciones interpersonales y artísticas mantenida con pares de Santiago del Estero. A partir de los primeros años de la década del 2000 el contacto se hizo fluido y nutritivo entre ambas ciudades. Además de las maneras de tocar un instrumento, de entender los yeites de chacareras y vidalas o de incorporar formas del movimiento para renovar las coreografías folclóricas, en esos diálogos también se forjaron relaciones de amistad y amor, e intercambios en las perspectivas sobre la alimentación, el cuidado del medio ambiente, o el discurso sobre lo político en un sentido abarcativo. En el caso de Mudanceras fueron referentes como Peque Coria, Juan Saavedra, Sandra Farías, o Héctor Pérez quienes abonaron el sentido sobre lo folclórico.
Sobre la segunda obra que el grupo pone en escena, después de Costumbres de Libertad de 2015, las bailarinas remarcaron la novedad aportada por Severo Callaci desde la dirección del proyecto, en el trabajo y descubrimiento de la voz propia para poder narrar esas historias y sentimientos personales.
A quien esto escribe le parece que esa renovación está presente más por el lado de la incursión en lo teatral y la impregnación del universo conceptual feminista que late fuerte por estos estos días, que por la experimentación desarrollada en el terreno estético de la danza. En ese sentido Mudanceras mantiene cierta conexión con un lenguaje que ya venía mostrando. Se podría decir que su mirada está puesta en las versiones contemporáneas que ofrecen sobre los modos de lo telúrico, la tradición, la danza y la música. El carácter rupturista está en la apropiación que hacen del Malambo (y el zapateo), una danza folclórica tradicional argentina asociada al discurso masculino y fuertemente varonil. Sin dudas, un gesto desafiante al patriarcado desde el baile.
“El proceso de escritura fue importante. En un momento hacemos unos solos de danza y esos solos están hechos sobre una experiencia propia. Ese texto cada una lo tiene en su corazón y está evocado desde la danza. Estos textos sin dudas están muy permeados por lo que pasa a nuestro alrededor. Yo elegí representar la maternidad y estoy todo el tiempo viendo qué le pasa a mis amigas, a mis hermanas”, explica Inés Maguna.
“Cada una debía encontrar su danza propia” aporta Lali Legarreta. “Uno tiende a homogeneizar, si bien nunca tratamos de ser un ballet. Siempre quisimos que cada una pudiese encontrarse con su danza más profunda, más genuina y personal. Nosotras veníamos componiendo desde otro lugar y ahora a partir de lo escrito empezamos a buscar imágenes y movimientos. Antes el disparador era más musical. Esta vez era bailar la palabra. Bailar el silencio. Igual nunca coreografiamos pensando solo en los compases”.
“No estábamos tan acostumbradas. Siempre construimos desde lo grupal. Severo nos puso en un lugar de tener que escribir desde nosotras mismas. Ninguna veía lo que hacia la otra. Sentíamos que Ombilia era vuestra vida”, completa Evangelina Jackas.
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En vivo. Ombilia se presenta los domingos restantes de julio, a las 20, en la Sonrisa de Becket (Entre Ríos 1051)