Hombre enterrado

El barro de la desgracia

ESCÉNICAS
10 de agosto de 2022

Por Vande Guru
Foto Alegría González

 


Estoy mirando mi vida
en el cristal de un charquito
y pasan mientras medito
las horas perdidas,
los sueños marchitos.

(Homero Manzi)

 

Hundido en el barro de su propia desgracia un hombre aparece ubicado en el centro de la escena. Lo que podría interpretarse como una metáfora es, en principio, un hecho literal: la mitad del cuerpo del hombre se encuentra a la vista, desde el torso y a ras del suelo, mientras que la otra mitad está enterrada en una ciénaga.  La selva se cierne a su alrededor y lo abraza. Lo inmoviliza.

“Hombre enterrado” es una coproducción de los centros culturales españoles “Juan Salazar” de Asunción del Paraguay y “Parque de España” de Rosario. Esta obra dirigida y producida por Paula Manaker se basa en un cuento original de Carlos Masinger y aborda una de las problemáticas más desafiantes para el cine, la literatura y las artes escénicas rioplatenses: el relato de una historia situada en un periodo del que prácticamente no hay registros.

La apuesta de “Hombre enterrado” es elevada y conjuga distintos lenguajes artísticos que tejen la trama de esta historia de tiempos lejanos.  Animaciones en blanco y negro nos ubican en un momento anterior a la situación del personaje en escena. Nos cuentan lo suficiente para entender el sello de su desgracia: este hombre es un ladrón que venía huyendo, intentando escapar. En su apuro ciego, no ha visto el suelo donde pisaba. Ahora no tiene escapatoria. No lo sabemos con certeza, pero lo intuimos: la culpa también lo abraza. Lo devora.

La puesta en escena, el diseño de arte, nos transporta a un mundo en donde lo real va perdiendo sus bordes y comienza a desdibujarse.  Allí, la naturaleza se muestra en su mayor esplendor y en su variante más hostil: como amenaza. La danza de la bestia que acecha esperando el momento de atacar es también parte del miedo que el personaje siente en su angustia delirante.

Foto Vale Galliso

La paleta de verdes y marrones, la oscuridad, la humedad hecha barro, envuelve y deglute a lxs espectadores de la misma manera que la ciénaga se traga al protagonista. Los pájaros cantan sobrevolando la música creada para esta jungla y, junto con los cambios de matices que traen los haces de luz, se forma un ambiente en el que rápidamente nos sentimos como si estuviéramos caminando en el borde que separa la vigilia del sueño. Oscilamos entre una resignación cobarde y una pesadilla dilatada. Rodeadxs de árboles, lianas, ramas, insectos y animales salvajes, no hay escapatoria tampoco para el público que queda sumergido en un mundo surreal desde el comienzo. 

En la línea de “Zama”, de Antonio di Benedetto, llevada al cine por Lucrecia Martel en 2017, o de la novela “El río de las congojas” de Libertad Demitrópulos, “Hombre enterrado” cuenta la historia de un español ambicioso y soberbio que en su imposibilidad de moverse se encuentra sometido a las leyes del tiempo y a las reglas de la naturaleza avasallante del sur del continente.

Los distintos personajes que van apareciendo en escena lejos están de poder salvar al hombre enterrado de su castigo. Ellxs son producto de su delirio, de sus recuerdos tergiversados por la agonía y la desesperación. En algunos momentos son su padre y su madre muertxs, en otros, personas desconocidas. Fantasmas que lo acechan como la danza de la bestia, como la culpa. 

Lo único real, la única esperanza que se vislumbra en el horizonte del protagonista, parece ser otro hombre, el que habita la selva y conoce sus reglas, sus tiempos, sus trampas. El indígena, que es parte de ese mundo completamente extraño e inasible, lo rodea, le habla en una lengua que no comprende, lo mira como si lo observara a través de un vidrio convexo o de una lupa. Lo enfrenta a su miseria.

“Hombre enterrado” propone, entonces, contar una historia como si fuera un rompecabezas. Nos deja a disposición algunas de las piezas: animaciones en un segundo plano integrado que sostienen la historia y la complementan; música original e hipnótica; esculturas que aparecen desperdigadas en el espacio, una construcción escenográfica delicada e imponente.

Las imágenes se forman a partir de la unión de las partes y le dan el marco a los personajes que nuevamente fragmentan la historia: dialogan en idiomas ajenos e inventados, se mueven en danzas animales, alargan su llanto en coplas de sufrimiento y bailan al ritmo de canciones rituales. Un trabajo actoral preciso y sutil que hacia el final amalgama el sentido de “Hombre enterrado”: desde el fondo del pozo de lo desconocido solo se puede contar lo que somos capaces de imaginar.
 

 

 

Hombre Enterrado: viernes 12, sábado 13, domingo 14 de agosto a las 20.30 hs en Teatro del Parque España. Dirección y producción general María Paula Manaker. En escena Federico Alejandro Tomé, Marcelo Diaz, Yanina Silva, María Cecilia Mastria, Mauro Lemaire. Arte, animación y escenografía Ange Potier. Cerámica Ediltrudis Noguera. Construcción escenográfica Carlos Masinger. Vestuario Ramiro Sorrequieta. Diseño lumínico Diego López. Autor y Música Original Carlos Masinger.

 

 

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