Por Leandro Arteaga
CUELLOS BLANCOS: EL CASO VICENTÍN
Argentina, 2024. Dirección y guion: Andrés Cedrón
Al mirar Cuellos Blancos: El caso Vicentin, uno percibe las huellas fundacionales de ciertos directores, como Pino Solanas y Coco Blaustein. Sea por la temática —tendiente a señalar el abuso del sector financiero sobre el resto de la sociedad, y desde una vertiente histórica— como por los procedimientos formales: dar voz a quienes son desoídos. El caso de la cerealera Vicentin, justamente, imbrica una relación escandalosa entre los estamentos del poder. Al ser el Estado el perjudicado, es la sociedad la que paga las consecuencias; lo curioso, claro, es el apoyo social que acompaña tales desmanes.
El director Andrés Cedrón es discípulo de Blaustein y supo colaborar en el cine de Solanas. Por eso, la impronta de los dos cineastas guardan correlato, pero desde una puesta en escena personal. Cedrón indaga en un caudal informativo enorme, que evidencia una investigación cuantiosa, muy compleja. Dicha tarea es una de las partes del asunto; la que sigue es la de dar forma, a través del guion y el montaje, a la película. De todo ello, surge un fresco “apasionante”: ¿cómo es posible la organización de una estafa semejante? El encadenamiento de sus muchos eslabones, implica además a “cierto” periodismo: ¿cuándo y de qué maneras los medios comunicaron el caso Vicentin? El cine, también medio de comunicación, tiene lo suyo para decir; en otras palabras, ¿es hoy Vicentin un contenido de agenda para los grandes medios?
Las entrevistas logran un recorrido laberíntico, al reconstruir un pasado reciente y tender lazos hacia el presente. En este devenir, la tarea del entonces presidente Alberto Fernández queda en evidencia, por poner en consideración la expropiación de la cerealera y ante las decisiones finales, dilatadas y tendientes a no cumplir con lo que hubiera sido una solución ejemplar. El estado quedó, una vez más, endeble ante las presiones de las corporaciones. Lo que hoy pasa en el país, de hecho, guarda justo correlato con el caso Vicentin.
REAS
Argentina/Alemania/Suiza, 2024. Dirección y guion: Lola Arias.
Con: Yoseli Arias, Ignacio Amador Rodriguez, Estefy Harcastle, Carla Canteros, Noelia La Diosa.
Así como en Teatro de Guerra, donde la directora Lola Arias hizo interactuar a veteranos argentinos e ingleses de Malvinas, en Reas reúne a exconvictas, que recrean sus historias en la ex Cárcel de Caseros. Lo que hace Arias es sencillamente extraordinario. Y es así desde el momento en el que pone en tensión la categoría misma de actuación, situada en un umbral difuso, entre la persona y el personaje.
Es decir, las historias son verídicas, actuadas por sus propias protagonistas: mujeres cis y personas trans. Al mismo tiempo, lo hacen desde una recreación estética y argumental, que permite hilvanar una historia abarcadora; en este sentido, Reas es narrada a través del ingreso en la penitenciaría de Yoseli, acusada de narcotráfico. Durante su estancia —¿cuánto tiempo transcurre?, ¿hace falta saberlo?—, la película recurre a situaciones y escenas tan poéticas como ríspidas o fantásticas. Por ejemplo, a través de la elección del registro musical, en evocaciones cinéfilas de carácter autónomo, que van de Elvis Presley y su Jailhouse Rock a West Side Story. Lo que surge es magistral, no son muchas ni muchos quienes se animen a pensar al cine desde lugares límite, que incomoden, y con claridad formal. Hay ficción, hay documental, hay performance. Se trata de cine. Asumirlo es hacer otro tanto con las historias que se retratan.
Por eso, hay dolor y también alegría en Reas; en donde se evidencia que la violencia es parte de ese mundo, al que elige vencer a través del afecto. El testimonio y participación de quienes integran el elenco, lo ratifica; más aún al aseverarse que dichas historias son recreadas desde el afuera, desde la libertad, desde la invocación de aquellas paredes entre las cuales muchos sobreviven. Paredes carcelarias que nunca ayudan. Esta película es un testimonio de ayuda más elocuente que el de tantas cárceles.
CLARA SE PIERDE EN EL BOSQUE
Argentina, 2023. Dirección y guion: Camila Fabbri.
Con: Camila Peralta, Agustín Gagliardi, Julián Larquier Tellarini, Florencia Gómez García.
El de Clara se pierde en el bosque es un viaje hacia dentro, como presagia el título. Un bosque; ¿cuál?, ¿dónde? Podría ser el de tantos cuentos de hadas, donde perderse es situación ineludible. Clara está sumida en algo así. En ese bosque, en ese lugar, parece que ya se perdió y hace un tiempo. O parece que todavía no sabe cómo salir.
En rasgos generales, puede decirse que Clara se pierde en el bosque es la visita de Clara con su novio a la casa familiar y campestre de éste. Allí, las cosas se viven de manera extraña, como sucede cuando se visita a la familia de cualquier pareja. Además, Clara está en medio de lo que parece una investigación en video, con una cámara a la que apela para registrar imágenes fortuitas. Por otro lado, sostiene un diálogo telefónico y recurrente con su mejor amiga, quien ahora está preocupada por otra cosa: ser madre. Clara no, no va a ser madre, o eso parece. Mientras, prosigue un trabajo de investigación, que incluye a gente con la que intercambia audios. Tal vez tenga que ver con Cromañón.
Clara se pierde en el bosque, de hecho, tiene que ver con Cromañón, pero también con mucho más. La manera desde la cual la directora Camila Fabbri aborda el hecho es más o menos tangencial; en la película, Cromañon y la tragedia ofician de manera intermitente, nunca ocupan el lugar explícito, y sin embargo es el hecho nodal. En este sentido, el film es una suerte de fresco vivencial, el de una mujer cuya adolescencia ya transcurrió, y a la que ahora vive desde el recuerdo. Para su generación, ese hecho fatídico funciona como epicentro. Pero esto no es algo que la película diga (quien así lo hace es este texto). Por eso, lo de Fabbri es notable, por poético, y porque enhebra dicha cuestión a la manera de un insert emocional, que pulsa sus teclas de manera tamizada. Solo se hace evidente cuando surgen los registros de aquellos años, verídicos, que el film exhuma desde el archivo. ¿El archivo de quién? ¿De Clara? Nunca queda claro que así sea, no hay diégesis que lo distinga. Operan como “interrupciones” en el relato. ¿Vistas desde dónde?
A la vez, la película es la puesta en imágenes de algunas letras y músicas de todo un contexto; de esta manera, el denominado rock chabón aparece en algunas citas, justas y suficientes. Precisamente, porque no se trata de una exposición que abrume y dé explicaciones a pie de página, sino de una de las mejores películas del más reciente cine argentino.