"EL MOVIMIENTO": ESE POLVO DIFUSO QUE QUEDA A NUESTRO PASO

Audiovisuales
15 de abril de 2016

Se proyecta en El Cairo El Movimiento, la segunda película de Benjamín Naishtat, ganadora en la categoría de Mejor Película Argentina del Festival de Mar del Plata. Ambientada en 1835 y filmada en 4/3 y en blanco y negro, la película escapa al cine de época e intenta una lectura particular del siglo XIX. Un caudillo menor –Pablo Cedrón– vaga por la pampa argentina seguido por dos acólitos mientras busca convencer a la población rural de unirse a El Movimiento, una especie de agrupación política de la que no se dice mucho y de la que no queda claro si se trata de unitarios, federales o alguna otra cosa distinta entre medio del relato histórico y la ficción.

Por Bernardo Orge

¿Tiene algún sentido plantearse aprender de la historia? Y en todo caso, ¿qué es exactamente lo que tenemos que aprender de ella? ¿Una lista de fechas? ¿Ideas?

En general, nuestro imaginario sobre la vida en el territorio argentino durante el siglo XIX se organiza alrededor de una concepción político-agonista: revolucionarios vs. realistas primero, unitarios vs. federales después y más tarde, pos-Pavón, el incipiente estado liberal centralizado en Buenos Aires vs. los restos del caudillaje. Como se sabe, la gran mayoría de las lecturas sobre la literatura de la época, en especial aquellas que se ocupan del periodo rosista anterior a la organización nacional, responden a este esquema que, muchas veces, con las variantes del caso, se busca aggiornar a períodos de la historia posteriores, hasta llegar a la actualidad.

En sí misma, y más allá de la vereda en la que nos paremos, esta forma de pensar no es más ni menos operativa que cualquier otra, procede según una generalización necesaria y, por otra parte, clásica. Lo que pasa es que de tantas ganas de interpretar los procesos políticos perdemos la referencia y corremos el riesgo de terminar sin entender nada. Tenemos una tradición que hurga más en las ideas que en las cosas y así, los mismos pensamientos que revisitamos una y otra vez pierden carnadura.

¿Sabemos, por ejemplo, con cierto grado de precisión, más allá del estereotipo folklórico, qué tal era vivir en la pampa en 1835 o no? Y si lo sabemos, ¿hacemos el esfuerzo de relacionarlo con el pensamiento de la época? ¿Cómo se transmitían los mensajes políticos entre la población rural desperdigada por el vasto desierto que era el país? ¿En qué lugares? ¿Cómo se vestían las personas que propagaban esos mensajes y cómo las que lo recibían? ¿Les interesaban a todos estos mensajes o a muchos les daba lo mismo?

En el Facundo, Sarmiento nos dejó una caricatura de Quiroga, un tipo despiadado, sanguinario, que andaba por ahí tomando ciudades porque le pintaba, sin ningún fundamento político, nada más por demostración de fuerzas, "porque podía". Pero la descripción que hace del General Paz, la esperanza militar de los unitarios en ese momento, no es menos delirante si nosotros le metemos algo de paisaje social atrás: un hombre lisiado, con una prótesis de palo, porfiando en trasladar las refinadas ideas de estrategia militar europeas al contexto anárquico de Argentina, sin rumbo, de una punta del país a la otra, entre gauchos cimarrones, indios, a través de inmensas extensiones de tierra despoblada con una tropa de hombres sucios, enfermos y hambrientos apenas persuadidos de lo que iban a hacer. Al horno.

El Señor, el político menor que interpreta Pablo Cedrón en El Movimiento, responde a características igual de trastornadas. Es contradictorio, no se entiende bien qué quiere o qué objetivo persigue, da vueltas por ahí junto a dos subordinados condescendientes, cada vez que puede se larga una perorata retóricamente sobrecargada y si no le llevan el apunte no tiene problema en matar a alguno. Como el Lucio Mansilla del mejor momento de Expedición a los indios ranqueles, en cualquiera, borracho y pasado de rosca, de fiesta en unas tolderías en el medio de la nada, este Señor es más parecido a Kurtz, el personaje de El corazón de las tinieblas, que a la imagen del político del siglo XIX de manual.

Según explicaba el director Benjamín Naishtat en la charla posterior a la avant premier, durante la investigación para la película leyó mucha historia, tanto de corte liberal como revisionista. Pero estos materiales, más allá de la descripción del contexto político de la época que ofrecen, no le sirvieron de mucho. Para ambientar El Movimiento se puso a leer diarios de frontera de militares, literatura y fue a visitar museos.

Según explicaba el director Benjamín Naishtat en la charla posterior a la avant premier en la sala de El Cairo, durante la investigación para la película leyó mucha historia, tanto de corte liberal, decía, como revisionista. Pero estos materiales, más allá de la descripción del contexto político de la época que ofrecen, no le sirvieron de mucho. Para ambientar El Movimiento se puso a leer diarios de frontera de militares, literatura y fue a visitar museos. El fundamento de esto es balzaciano, para poder entender algo de una época determinada más vale la historia de sus costumbres que una ristra de dirigentes y gobernantes. Las atmósferas de tedio, aburrimiento y delirio de su western gauchesco siguen de alguna manera esta premisa.

En la misma conversación una espectadora le reprochó a Naishtat que no se entendía lo que quería decir, qué lectura de la realidad hacía. Claro, contestó el director, a mí no me interesa una concepción del cine que transmita un mensaje unívoco. Y parece cierto, la película no invita tanto a reinterpretar el presente político según una clave histórica en particular sino a pensar sobre la forma en que se transmitió y se recibió el discurso político a lo largo de la historia del país y la forma en que se transmite y se recibe el discurso político hoy, más allá de las diferencias ideológicas.

En las cosas y en las costumbres, parece sugerir Naishtat, en las personas, en las palabras que usan, en los fundamentalistas, los gauchos, los caudillos, los que no les importa nada, los chistes, los televisores encendidos en una casa determinada en algún lugar determinado, en las mensajerías, en los malentendidos que empujan todo esto, en las terceras líneas, etc., debe haber alguna pista del movimiento que nos une.

DURACIÓN: 70'. GÉNERO: Drama. CALIFICACIÓN: AM13. AÑO: 2015. ORIGEN: Argentina. DIRECCIÓN: Benjamín Naishtat. PROTAGONISTAS: Pablo Cedrón, Céline Latil, Francisco Lumerman, Marcelo Pompei, Alberto Suarez

Horarios

Jueves 21 a las 18.00
Sábado 23 a las 18.00

ENTRADA

Entrada $40. Est/Jub $35. Mirada Maestra $25. 

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