Fabulosa imaginería

Mele Bruniard, una despedida

ARTE
4 de abril de 2020

Por Bernardo Maison y Maite Acosta

El pasado lunes 30 de marzo falleció a los 89 años en Rosario la artista Mele Bruniard. En la columna de arte de La Canción del País –La columna de Maite– la recordaron artistas, galeristas y gestores culturales de la ciudad, personas que entablaron con ella relaciones de amistad o trabajo. “Encantadora, seductora, muy inteligente y astuta” dice Georgina Ricci, “una mujer con una personalidad muy especial y con una curiosidad enorme que la mantuvo siempre tan lúcida”. Leandro Comba, de la galería Diego Obligado cuenta: “Recuerdo las reuniones que teníamos en su departamento para contarle sobre proyectos que la involucraban desde la galería, ese departamento era un gran taller, con una cantidad de grabados, dibujos y retratos, pero también en las mesas había láminas, papeles, bocetos. Ahí nos sentábamos y charlábamos. Nos sorprendía la gran imaginación que tenía Mele y la gran capacidad de reinventar y transformar”.

Mele Bruniard nació en 1930 en Reconquista y a sus 12 años se mudó a Rosario. El apodo Mele se lo puso su abuela ya que su nombre completo era Nélida Elena. El contacto estrecho con la naturaleza que la rodeaba y los animales que habitaban en su casa fueron la huella que más adelante iba a ser determinante en la construcción de su obra xilográfica y de dibujo. Su modo peculiar de observar el mundo le permitió desplegar un universo de personajes, seres híbridos y fantásticos, todo un bestiario desbordante de imaginería. Relatos locales se dan cita en su obra gráfica junto a referencias a las tradiciones incaicas y modelos ancestrales como los códices prehispánicos y coloniales o la cultura egipcia, vocablos quechuas e inscripciones rúnicas.

“Además de una grabadora increíble, súper prolífica, escribía y dibujaba muchísimo, y todo el tiempo estaba indagando en algún dato nuevo, sobre una civilización desconocida o información extra de una planta. Era una apasionada y siempre estaba construyendo su obra a partir de todo ese cruce de cosas vernáculas y cercanas y de elementos lejanos, antiguos o exóticos. Buscaba la posibilidad de que el mundo la atraviese”, dice Ricci.

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Con el título de Profesora Nacional de dibujo de la Universidad del Litoral que había obtenido a comienzos de los cincuenta Mele se desempeñó en la docencia de forma particular y en la Escuela Provincial de Artes Visuales de Rosario, dejando así una marca en varias generaciones de artistas.

“A mis 15 años yo tomaba clases de dibujo con ella. Fue fundante en mi mirada, me enseñó todo, me abrió un mundo infinito”, dice Flor Balestra. “Te hacía dibujar un rostro y vos hacías una ceja con una rayita, pero ella te decía no no, mirá bien la ceja, y la ceja estaba compuesta de un montón de pelitos, o sea, de un montón de rayitas, y cada ceja es diferente. Te dabas cuenta de que las cosas no eran un todo, sino que eran un montón de partecitas, eso es la creación”.

La vela (1954) fue su primera xilografía luego de su paso por el taller de Grela entre 1952 y 1953 donde comenzó a trabajar el grabado a partir de distintas técnicas en madera y metal. Además fue integrante de la Agrupación de Grabadores Rosarinos y del Grupo Taller. A partir de 1954 Mele empezó a realizar muestras, individuales y colectivas, dentro y fuera del país, muchas de ellas junto al artista Eduardo Serón, con quien se había casado en 1961. Ambos, además de compañeros de vida, actuaron como grandes sostenes en la producción del otro.

“Hacia 1967 Mele Bruniard elabora una reseña histórica del grabado y de cómo llegó a nuestros días, publicada en Colot (voces), revista de difusión cultural y artístico-literaria de la Sociedad Hebraica Argentina de Rosario. Un ensayo donde habla del grabado como un recurso antiquísimo celebrando la herencia de maestros como Alberto Durero, Rembrandt Van Ryn, Francisco de Goya y Lucientes, Giovanni Battista Piranesi y Toulouse Lautrec, entre otros. Este conocimiento allí expuesto es producto de su intensa investigación, no sólo en torno al curso de esta técnica tradicional en la historia del arte sino también como estrategia de obtención de imágenes propias. En este sentido, a lo largo de toda su trayectoria se dedicó de lleno a esta práctica. Cabe señalar que su incursión inaugural en esta rama del arte coincidió con el momento en que el grabado argentino comenzaba a ubicarse en nuevos circuitos de exhibición. Una gran cantidad de eventos nacionales e internacionales –bienales de artes gráficas, exposiciones, agrupaciones de grabadores– empezaban a dar cuenta de la importancia asignada a esta disciplina y su difusión” escribió Nancy Rojas.

Los años del reconocimiento

Desde el año 2000 en adelante -cuando la Academia Nacional de Bellas Artes le otorgó el Premio Trabucco de Grabado por la impresión xilográfica Damero-, fueron varios los acontecimientos que hacen pensar que Mele Bruniard recibió su merecido reconocimiento en vida.

En 2012 el Museo Municipal J.B. Castagnino realizó la muestra antológica Intérprete de la xilografía, un recorrido por distintas etapas de su producción, poniendo en foco las principales series que la artista elaboró desde 1952 hasta 2001. En el marco de la exposición el museo editó un libro que se puede descargar acá.

“A veces me basta un trébol, un simple trébol de tres hojas y en su curvado recorrido reencontrar la inmensa fragilidad del mundo. A veces dudo de que la mano responda a la idea o a la forma soñada, dudo si la palabra repetida hasta el cansancio en el rugido desolado Sarothamnus sea oída e interpretada por alguien, y me repito las preguntas que por momentos me asaltan, si un papel puede cambiar el curso de los ríos, la elipsis del Sol, las cuatro Lunas, el titilar de una Estrella y entonces caigo en la realidad. Y un trozo de madera es la respuesta”, escribió Mele en 2004.

“Además de la gran artista e incansable productora que fue, era una mujer muy lúcida, con un humor ácido y agudo”, opina Roberto Echen, quien trabajó a la par de Mele en la selección de obras suyas que desde 2016 se pueden ver en las paredes del Centro de Expresiones Contemporáneas que dan al río, mientras que del otro lado del CEC la serie de obras es de Eduardo Serón. “Cuando estábamos trabajando para que los portones del CEC tuvieran sus obras ella había empezado a perderse y era muy difícil encontrarla con esa lucidez que la caracterizaba. Yo estaba preocupado porque temía no poder hacer la selección con ella personalmente. Pero cuando fuimos a la casa resultó algo maravilloso, realmente increíble, al principio le costó un poquito pero cuando empezó a ver la obra entró en ese modo lúcido que tenía y la selección para los nueve portones fue genial. Yo quedé muy feliz porque le queríamos hacer ese homenaje”.

Unos años más tarde, en 2015, la Galería Diego Obligado dedicó una muestra a los dibujos inéditos de Mele, material que adquirió formato de libro en 2019 por la Editorial Iván Rosado. “Es un libro importante para la editorial y que Mele haya entrado en el catálogo” dice el editor Maxi Masuelli. “Son dibujos de principio de los 60 hasta la década del 80, una producción un poco más desconocida que su obra de los grabados tan genial y tan atrapante que habíamos visto y consagrado. La selección fue echa junto a Eduardo Serón y el libro se utilizó para trabajar en talleres de dibujos y de arte, también pudimos llegar a otras ciudades”.

Actualmente la editorial trabaja en otro libro sobre el material literario de la artista que podría salir el año que viene. “Son sus relatos, ese material es muy abundante, algo se ha leído en algunos catálogos. Ella de forma poética va contando su biografía, anécdotas de su niñez” cuenta Masuelli y resalta la importancia de que “las nuevas generaciones la estamos viendo y disfrutando a partir las muestras que se han hecho los últimos años en ArteBa o en el Centro Cultural Recoleta. Me parece que la mirada nueva creció”.

Fotos: Galería Diego Obligado y Magdalena Serón

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