Por Dahiana Henderson
Mauro Guzmán, artista, performer, videasta, fotógrafo y diseñador –entre otras cosas– nació en Rosario en 1977. Sus impulsos creativos, en principio alrededor del teatro, el cine y el arte plástico, empezaron a sus tempranos 16 años. Pero no fue hasta los comienzos de los 2000 que comenzó a participar activamente en el circuito visible del arte contemporáneo, en muestras individuales (la primera, “Bienvenido amor”, en 2001 en la extinta galería Bis) y colectivas (su debut en LIV Salón Nacional del Museo Castagnino en el año 2000).
Aquella experiencia de comenzar a exponer, dice, tuvo que ver con lo que pasaba en Rosario a partir de que Fernando Farina empieza a ser Director del Museo Castagnino, y “abre los salones a disciplinas más contemporáneas a las que venían antes (talla en madera y escultura en mármol, etc), y también con el comienzo del MACRO, donde Mauro trabajó: “hubo un florecimiento en la gente de mi generación, que aparte fuimos incluidos dentro de ese movimiento, lo que potenció el trabajo”. De aquellos momentos recuerda también: “en los 2000 teníamos toda una escena de lo trash, aunque en Rosario tardó en llegar, casi no llegó”.
Guzmán es un artista múltiple y de proyectos largos que van reeditándose en diferentes formatos, en función del contexto y de las adaptaciones que sugieren los espacios de exposición. En esta oportunidad, inaugurada el 28 de junio, se encuentra en exhibición “La Guzmania: Biopic queer animista de una planta hermafrodita” en la Sala Boglione de la Escuela Musto.
A partir del hallazgo de una planta hermafrodita que lleva por nombre Guzmania, originaria del amazonia, a la que el artista le asigna un sentido oracular, Guzmán concibe “una suerte de argumento narrativo, que oficia como punto de partida de una serie de videos, fotografías y objetos” (Nancy Rojas).
La Guzmania se transforma, así, en un alterego doblemente queer: tanto la mutua transfiguración de lo masculino y lo femenino, como la transfiguración bestial del placer humano y la mutación vegetal. Guzmania se transforma en un eje argumentativo, más que un personaje, una energía o un espíritu abstracto que se concretiza en diferentes corporizaciones, casi siempre en colores estridentes, escenas trash, anti-preciositas, y expresiones ornamentales exageradas que remiten tanto al barroco latinoamericano como al surrealismo o al realismo mágico. En palabras de Nancy Rojas, curadora de la muestra y productora de numerosos proyectos de Guzmán: “Es el propio artista el que se trasviste y se vuelve intérprete de cada una de las Guzmanias. Presentadas como musas drag excéntricas y surreales, éstas yacen en naturalezas tropicales exóticas, hechas de frutas, telas, bolsas y objetos selectos de feria.”
“Creo que hay una cuestión que tiene que ver con lo latino –señala Guzmán–, en Europa por modas se trabaja lo trash pero desde otro lado. Acá hay una apropiación de los recursos que tenés más a mano.”
La muestra trabaja con una mixtura de lenguajes que proponen un recorrido en tres instancias. La primera, una instalación compuesta por cabezas gigantes en madera pertenecientes a distintos personajes de Guzmania, escenografías dramáticas y penumbrosas en una extraña combinación de elementos boscosos con alfombras arabescas que dan la sensación de harén, retratos montados en espejos en los que el espectador puede ver sobre sí mismo la proyección de un rostro-otro y videos con episodios narrativos interpretados por el propio Guzmán. El segundo momento de la muestra es una serie de fotografías, de retratos en clave pop en colores saturados, de diferentes personificaciones de la Guzmania, todas también corporeizadas por un Guzman trasvestido, presto a actuaciones eróticas que rozan lo paródico, algunas más transgresoras que otras, que tensionan el erotismo con el salvajismo vegetal. Un último momento de la muestra consiste en un video proyectado en una pantalla plana, con un telón hecho con bolsas plásticas.
Nada más lejos de la figura clásica del artista como el ejecutador de una idea mediante técnicas plásticas, toda la muestra y la obra de Guzmán se ve sostenida y atravesada por la idea de un cuerpo (drag) como “obra viviente”. “Lo primero que tengo a mano es mi cuerpo”, dice, y habla del punto de partida como un impulso visceral del cuerpo que después llega a la idea manifiesta de una obra y a sus potenciales interpretaciones: “uno hace una obra mucho sin saber, con algunas intenciones y guías, después se rescribe con todo lo que te vuelve”.
La Guzmania se enmarca dentro de otro proyecto, “Simposio peluca”, y va tomando distintas formas: “Tiene cinco años de producción y de trabajo potente de distintas obras, desde el 2013 hasta ahora. Cuando son procesos tan largos, voy produciendo y mostrando, y ahora lo de la Musto es una selección de la totalidad. Hay una idea de cierre. Este es el último año y se termina. Estuvo buenísimo hacerlo y ya, a empezar otra cosa.”
Escuchá la entrevista completa a Mauro Guzmán. Seguí su obra acá
El miércoles 1 de agosto a las 18h en la Musto, el artista brindará una charla abierta el público en el contexto de la muestra y alrededor de su obra.